lunes, 27 de octubre de 2008

La granja, tú, mi escolta y yo

Ayer soñé con una granja, una gallina y un narcotraficante. Tú no venías conmigo, pero me acompañaba un escolta que envainaba una espada muy valiosa sujetada a la cintura. Su espalda era grande, su melena, desenfrenada, y sus ojos eran fríos como el hielo. La gallina al verlo, corrió amedrentada hacia el gallinero; y a la vez que cacareó exaltada, puso un huevo.
Mi escolta y yo nos besamos tumbados entre el montón de paja, entonces, aprovechando la situación, el narcotraficante robó el huevo y se hizo una tortilla.
Ayer soñé con una granja. También había una vaca uncida y atada, y un ganso patoso que correteaba torpemente de aquí para allá.
Los conejos se acurrucaban todos en una esquina de su jaula, como viejas chochas escépticas de la muerte, con sus ojos desorbitados y sus bigotes convulsionándose inexplicablemente. El narcotraficante comía la tortilla y, a su lado, el cerdo se bañaba en un barro medio seco y escabroso.
El granjero estaba trasquilando a la pobre oveja que, algo ciega, había perdido la ilusión de lucir una cabellera bonita. Tú, ausente, y mi escolta y yo profundizados en un eterno beso.
En la noche, una estrella fugaz se divisó allá en el cielo y tú, desde otro punto del planeta, pediste un deseo.
Una vez ya sin sed del uno y del otro, el escolta se apartó de mí, desenvainó su espada, y la clavó en una col del campo. El narcotraficante intentó sacarla, pero no pudo; ni la gallina, ni el granjero, ni la oveja sin pelo, ni la vaca prisionera, ni el ganso patoso- los conejos seguían abrazados a ellos mismos por el miedo de la noche estelar. Nadie pudo, ni siquiera el propio escolta.
Y de repente apareciste de la nada, como por arte de magia. Miraste al cielo y viste que tu estrella no te había fallado y que se cumplió tu deseo. En un acto heroico conseguiste sacar la espada, que poseía incrustados en el mango cientos de rubíes, y descubriste que su afilada hoja era de oro.
Al verme, me la regalaste para así hacerme consciente de tu amor incondicional, y yo, triste, la lancé al aire para demostrarte que mi amor no se compraba con espadas incondicionales, y me giré de nuevo para sumirme en el beso con mi escolta: frío como sus ojos, astringente e irreal.
Llorando, hiciste ademán de marcharte, pero, arrepentida, te susurré que te quedaras. Entonces, súbitamente, el narcotraficante me secuestró.
Ahora, tú otra vez ausente, mi escolta sin espada, y yo, mal encarada entre el montón de huevos que mi opresor arrebató sin escrúpulos a las pobres aves.
Laura Martínez.

sábado, 25 de octubre de 2008

STOP!

Yo salía del gimnasio, ya de noche y recién duchada. Mi pelo húmedo y rizado se movía al son del viento, “Genial…” me dije “Vas a llegar a casa como si no te hubieras peinado” Eran ya casi las once cuando me di cuenta: las calles estaban desiertas, y las luces de los edificios apagadas.
Caminaba despacio mirando, cabizbaja, hacia el suelo. Crucé el paso de peatones como de costumbre, con las manos en los bolsillos. Una pequeña sensación de inquietud me invadió por un instante; pero eso siempre me pasaba cuando voy sola por las penumbrosas calles de Los Montesinos. Veía cómo el único bar abierto entre semana a aquellas horas lo cerraban cuando yo pasaba por al lado. En mi cabecilla retumbaba una música siniestra, parecía una banda sonora de una película de miedo; (fruto de mi imaginación, por supuesto) entonces aceleré mi paso porque veía cómo lentamente el miedo se agudizaba en mi interior. Y sentía las llaves dentro de mi mochila sonar al ritmo de mis pasos; y mis pasos haciendo eco en la infinidad de la calle, larga, ancha, con edificios a los laterales (altos, siniestros). Miré, y no sé porqué tuve ese impulso, hacia el balcón más alto de todos. Me estremecí al contemplar los ojos de una niña pequeña mirándome de reojo. “Vamos Irene” decía una voz que provenía de dentro de la casa “Es tarde” y veía cómo la niña se adentraba a su comedor todavía mirándome. Yo aparté la vista… ahora sí que comencé a tener miedo de verdad. Todo lo que veía estaba relacionado a un vínculo de maleficios expuestos sobre mí; nada era bueno y todo era tenebroso. Me volví a parar, pensativa, cuando vi la señal de “stop”, llegué a pensar incluso que aquello era una advertencia de que no prosiguiera con mi andar, que diera media vuelta; pero el miedo a no llegar a casa era más fuerte, y de nuevo aceleré mi paso. Cada vez que cruzaba, veía un “stop” al lado mío, y cada vez que ya lo había cruzado, veía uno nuevo acercándose lentamente hacia mí. Miles de “stops” me parecieron ver. ‘Para, para, para… No prosigas tu camino…’
Parecía una loca histérica que acababa de perder un poco el control de sus propios pensamientos. Pero llegó el último tramo. Bajé las escaleras del parque para cruzarlo y así no tener que dar la vuelta. Mi edificio estaba enfrente, pero me parecía inalcanzable. Todas las luces de los demás balcones estaban encendidas, a excepción de la mía… ¿Otra señal más? ¿Oscuridad gobernando en mi casa? Volví a subir las escaleras del parque cuando lo hube cruzado; era ya la recta final. Por desgracia, vi cómo la vecina desnuda y con los senos al aire bajaba rápido la persiana porque se había percatado de que la estaba observando. Me estremecí… ‘aquello si que fue tenebroso’, pensé.
Las llaves seguían haciendo ruido, pero no por mucho tiempo; las cogí y con ellas abrí la puerta de la entrada. La puerta chirrió, y yo, rápidamente, encendí la luz. Suspiré a la vez que cerraba, sin perder el tiempo, la puerta: ya estaba a salvo… o eso creía. Subí en el ascensor, me pareció más lento que de costumbre. Cuando se abrió la puerta, estaba aferrada a mí misma por lo que me pudiera encontrar en el segundo piso, que era donde vivía. Pero no hubo nada. Lentamente fui abriendo la puerta de mi casa… Cuando la entorné para ver si de verdad dentro me esperaba lo peor, y no contemplé nada, la abrí del todo. De repente vi a alguien pegar un salto del cuarto de aseo hacia el pasillo, (donde yo me encontraba). Yo pegué un bote en el sitio y grité despavorida, hasta que oí el estallido de un ataque de risa. Encendí las luces súbitamente, y pude contemplar que era mi hermano de siete años quien me había asustado… Yo, todavía con el corazón en la garganta del susto atroz, le pregunté “¿Qué haces a estas horas despierto?” “Jolines, Laura… ¿es que uno ahora no puede ir a mear?”
Laura Martínez

miércoles, 22 de octubre de 2008

'Fantasmada'

-La mujer que hay dentro de mí no es física. La había visto anteriormente un par de veces por aquí. En los espejos, en el armario, en el desván de arriba, incluso por el jardín. Cuando compré aquella casa no había indicio alguno de anomalías como aquella, pero meses después la silueta brillante de la mujer comenzó a aparecerse. Me aterraba verla correteando por los lúgubres y estrechos pasillos todavía en reformas, pero luego me acostumbré a sus visitas; hasta que, ya sabe… Creo que no soy yo.
El reverendo miraba frío. Su tez blanca parecía el de la misma ánima que el pobre muchacho encontró.
-Entiendo- dijo el cura con voz desgarbada.- ¿Preparado para el exorcismo?

Laura Martínez.

martes, 21 de octubre de 2008

Sábanas sucias


TEMA DEL DÍA:

'LAVA LAS SÁBANAS, PORFAVOR'

Andrea, trátanos de explicar
la esencia del alma.
¿Corretea por aquí con calma?
Que no es más que algo abstracto.
Y a pesar de haber hecho un pacto,
rompiste las reglas que mandan.

¿Qué es amistad?
¿Qué es? Me pregunto.
Y con resquemor contemplo el mundo
aquel que, con pasos airosos
Se pierde en el océano profundo.

¿Cómo espetó tu cuerpo?
¿Cómo te exploró aquella noche,
Que, con expectativas de derroche,
resultó ser algo entretenido
en nuestro Refugio ya muerto?

Todo consistía en dominar.
tu mente, tus pechos, tu sexo,
que, con cierta diversión,
penetraba en ti la esencia de su miembro.

¿Recordaste acaso nuestras prisas,
nuestros momentos cumpleañeros
tirados en esa misma cama,
exhaustos de tanta risa?

Cómo hicimos de aquel cuarto
un mundo diferente,
un mundo sólo nuestro,
y ahora lo has convertido en algo intacto.

Piensa en ello:
LAVA TUS ACTOS.

PD: ¡Andrea, te queremos! jajajajaja

Laura Martínez

Why Cant We Be Friends - War feat. Class of Bridge to Terabithia

Why Cant We Be Friends - War feat. Class of Bridge to Terabithia

lunes, 20 de octubre de 2008

"Querida Laura del futuro"

Querida “Yo” del futuro:

Hoy por hoy, estamos a casi 16 de octubre del año 2008.
¿Cómo te encuentras? Espero que bien, ya que me influirá tu estado cuando llegue al tiempo en donde estás. Tengo entendido- simplemente por las expectativas que poseo del día de mañana- que vives en un sitio fascinante. ¿Es así? Que trabajas como corresponsal en una revista cultural de cierto renombre, y que te han publicado varios libros. ¿Me equivoco?
Pero qué engreída que soy. Primero tendrás que ganártelo, Laura.
Me gustaría verte, conocerte. Saber quién seré dentro de unos años. Por el momento yo no voy mal. Curso mi segundo año de bachiller en Almoradí. La gente no es del todo lo que yo esperaba, pero hay quienes sí valen la pena. Pocos, a pesar de todo.
Este lunes, ¿O martes? –no me acuerdo- tuve un examen de historia, el primero del curso, y no sé cómo me pudo haber salido. La próxima semana tengo de Geografía, y de economía. He de ponerme las pilas, porque estoy como amuermada.
Pero todo esto tiene poca importancia. El motivo que me incitó a escribirte no fue más que el sentimiento de miedo a olvidar quién fui “yo” una vez. Sé que nunca lo haré. ¿Nunca? “Nunca tú” me dije hace días, ‘y nunca hasta el infinito.’ Esa es tu voz, Laura, del futuro.
¿Seré feliz? … Disculpa mi egoísmo. Lo preguntaré de otra forma: ¿Valdrá la pena ser “Laura”? ¿Quedará marcado algo de mí en alguien? La respuesta sólo la sabes tú. Y ni siquiera eso, ya que te estoy imaginando con unos escasos cuarenta años y quizás no hayas vivido todavía lo suficiente como para saberlo. Cuando entonces llegue a esa edad, te volveré a escribir.
Cuéntame un poco sobre el amor. ¿Lo sentiste ya, existe? Seguramente saldrías mal parada, como en todas las ocasiones que, hasta por el momento, he podido vivir, y que seguramente olvidaste con el paso del tiempo porque, comparado con las que tienes tú, serán insignificantes, (todo esto lo supongo)
Quería pedirte que no me olvidases. Que no olvidases lo que un día fuiste (ciertamente lo que soy ahora mismo). Tu primer verano de ‘indepe’ en Carolina del Norte, o la pared de tu habitación pintada de un lila claro junto con unos círculos pequeñitos de un tono más oscuro que un día tú y tu padre os dedicasteis a dibujar, la manía que tenías d cerrar la puerta de tu habitación, o la de dejar tirada por ahí los zapatos, o la esencia a coco que emanaba tu piel porque te ponías loción tropical. Recuerda que tenías un móvil no-de-última-generación, y que no te importaba. -¡Ojo!no quiero decir que por ello sea especial, por si lo habías pensado-. A pesar de que los móviles te importaban poco, lo hacían muchos otros aspectos. Te importaba causar buena impresión a la gente, y tu apariencia. Vivías apenada (quizás ahora, futuro, también lo hagas, ya que creo que tu cuerpo (nuestro) no va a cambiar) porque te sobraban tal vez un par de quilos según mi (tuyo también) punto de vista, y porque tu cara no resaltaba ante la mirada de otra. La belleza, tu belleza pasada, la tomabas muy en cuenta. Espero que en eso hayas cambiado.
No estoy sola, creo. Tengo unos amigos que me apoyan cuando lo necesito y que me divierten siempre. Son los mejores. Andrea tiene un estudio- llamado el porno estudio de ahora en adelante- donde pasamos todos los fines de semana cantando en el karaoke. Seki es el vidente que te hizo creer en los males de ojo, Belén la que era tan misteriosa, y Cristina, bueno, a ella seguro que la recuerdas sí o sí, ya sabes de lo que te hablo.
Sí, los mejores, te lo vuelvo a repetir.
¿Qué te queda a ti ahora? ¿Los pudiste mantener?
Querida Laura del futuro- o no tan querida. Me pregunto qué harás ahora, si leerás esta carta o si me contestarás. Sé que no, que a pesar de que nada es imposible, cosas como el juego entre el espacio y tiempo lo es. Por lo menos hasta ahora. Por eso sé que tú no existes ahora mismo, pero que estás ahí en mi conciencia cambiante.
En fin, hay tantas cosas que me gustaría preguntarte, que nunca acabaría, pero debo hacerlo, porque ya es 16 de octubre del 2008, y mañana me levanto temprano para ir a estudiar. A primera hora tengo (tuviste) lengua, y la siguiente me gusta mucho, porque hacemos como un club de lectura. Economía es entretenida, y matemática la aborrezco. Geografía: pasable.
Solo piensa que la vida no es tan efímera como dicen, no en nuestra escala de tiempo Tenlo en cuenta

Hasta la depresión de mis cuarenta años:

Tu Laura del pasado. Mi yo de ahora mismo.
Laura Martínez.

domingo, 19 de octubre de 2008

Valse pour Águeda (final)

Enfadada y más triste que nunca, se acercó al cuchillo tirado en el suelo.
_ Vamos, mátame_ le dijo mientras le acercaba el arma extendida con las manos.-¡Mátame! Me harías un gran favor...
Y, el hombre, al ver cómo Águeda insistía, se ahogó en un llanto torrencial.
-¡Vamos hazlo!!, ¡hazlo! es lo mejor para todos, tu te casarás con Luisa, la bella y hermosa luisa, y yo desapareceré de tu vida, sin echarte más maldiciones. Ya no te volveré a enamorar, te dejaré en paz, serás libre de mí, y yo seré libre de la vida. Vamos, es lo que todos queremos...
Águeda también rompió a llorar, le miró tristemente, le besó en la frente, y le dijo:
_ No eres lo suficiente bueno para mí.
En una milésima de segundo, Águeda se clavó el cuchillo en el vientre, y su cuerpo cayó desplomado en el suelo. La sangre brotaba de la herida a borbotones, y el hombre, sin saber qué hacer, gritó por toda la casa socorro. Águeda todavía no había muerto, si se daban prisa podría vivir. La sirena de la ambulancia, resonaba por todo el pueblo y hacía eco en la noche. Mientras, la familia esperaba en la casa, nerviosa por si la muchacha había muerto, pero no, Águeda pudo sobrevivir, aunque siempre le quedó aquella herida en su interior.

Ahora yo estoy escribiendo sobre ella, al mismo tiempo que suena un valse en el tocador de discos. Sonaba como antaño. Un valse triste, solitario, lleno de emociones que, hacía tiempo que no sentía. No hay nadie en casa, así es que bailo al son de mi sombra. El leve balanceo del sonido del piano inundan el cuarto, y yo, nerviosa, me he puesto a recordar.
Después de tantos años lo he vuelto a hacer.
Yo soy Annkatrin Hüber, más conocida como Frau Huber. Mi vida entera esta en Alemania. Hace mucho tiempo solían llamarme Águeda, pero ella ya no existe. Ahora soy anciana y tengo mi familia. Poseo arrugas para vender y regalar, y el tiempo, no ha dibujado sobre mí la esencia que, supuestamente hoy, es la belleza.
Aquella vez, tras salir del hospital, comprendí que si la vida te daba limones, tú podías hacer limonadas, e hice cantidad de zumos sabrosos. Johannes murió hace cuatro años, y sus últimas palabras que dijo fueron: “te quiero” Aprendió a amar de verdad a una persona, y le debo la vida a él.
Escapamos juntos de mi pueblo, nos deshicimos de mi madre, de mi hermana y me cambié de nombre. De Luisa no he vuelto a saber nada más. Supongo que encontró al poco tiempo otro hombre rico y apuesto que se ofreciera a soportarla por su belleza y su posición social. Así era ella.
Todavía puedo ver mi imágen clavándome el cuchillo en el vientre, pero es ya muy borrosa, hace tantos años de eso... Tengo la cicatriz, pero esa ya apenas se nota, hay muchas más importantes como han sido las que mis hijos han dejado. Y, cuando acabe el valse que ahora mismo estoy escuchando, cuando acabe de recordar que una vez, hace mucho tiempo, fui alguien que detestaba porque me sumía en mis propias penas, y que, una vez, estuve apunto de arrebatarme la vida, os confesaré una cosa. Y puede que no lo entendáis, pero soy feliz.
Laura Martínez (2006)

La Valse DAmelie (Piano Versi - Yann Tierson

jueves, 16 de octubre de 2008

Valse pour Águeda (2)

Tras aquello, se durmió de cansancio(...)

La despertó sobresaltada un pequeño ruido chirriante. Asustada, miró a su alrededor, pero lo único que encontraba era las sombras de los tristes árboles de afuera. Volvió a cerrar los ojos, y a acomodarse en aquella cama nefasta, pero, nerviosa, sintió la respiración de otro ser, junto a ella. Tan cerca estaban los dos, que sentía el aliento en su cara. Abrió los ojos. Quiso gritar, pero unas manos le taparon la boca.
_ Shhh!! _ le dijo una voz_ No debes gritar.
Aterrorizada, y todavía con las manos del ser en su boca, se fijó quién era aquel hombre de ojos saltones que irradiaban ira: Johannes.
Lentamente éste levantó su otra mano, escondida tras su espalda. Agarraba un cuchillo que brillaba en la oscuridad. Lentamente el cuchillo se acercaba a la garganta de la pobre mujer, quien intentaba gritar desesperadamente socorro. Pero, al llegar a rozarle su descubierto cuello, Johannes paró, y la contempló. Los dos se miraron fijamente durante unos segundos. El abogado estaba serio, incluso Águeda pudo contemplar que una pequeña gota le recorría la mejilla. Johannes cerró los ojos, y se apartó de ella, arrojando el cuchillo al suelo, y rompiendo a llorar.
Pero Águeda no se movió, estaba tan asustada, que seguía paralizada en aquella cama, y cuando tuvo valor suficiente para incorporarse miró al futuro esposo de su hermana y preguntó:
_ ¿Por qué lo has hecho?_ la voz apenas le salía.
Pero el hombre no contestó. La muchacha se levantó, se acercó hasta él, y le tocó el hombro, volviéndole a preguntar:
_ Dime ¿porqué lo has hecho?
De repente, enfadado, el abogado se dio la vuelta y la cogió de la muñeca, estampándola con la pared.
_ ¿Que porqué lo he hecho? _ Le gritaba_ ¿¡ Qué me has hecho tú a mí!?
Águeda no lo entendía.
_ ¡Vamos! _ Y la volvió a estampar contra la pared_ ¡Contéstame!
Águeda cerraba los ojos y se intentaba apartar.
_ ¿Qué es lo que yo te he hecho a ti?_ preguntó la mujer algo aturdida.
El hombre la soltó con un ataque de rabia.
_ ¿Por qué tú?_ se preguntaba en voz alta_ Tú no tienes nada... No he podido parar de pensar en ti, todos los días, y todas las noches, me rondas en la cabeza como si fueras un espectro que me quiere atormentar...
Águeda seguía sin entender, y le miraba confusa.
_ Mañana sabes que es mi boda, no?_ le preguntando a Águeda, claro que ésta sabía la respuesta_ Bien, pues, tu has hecho que no quiera que se celebre. Tu actitud de víctima, tu triste rostro, tu perfume de azahar, tus escritos… ¡Tú! Eres una especie de hechicera, o de bruja, seguramente me has echado un mal de ojo...
-¿Qué quieres decir?- preguntó Águeda con un hilillo de voz mientras lo contemplaba a cierta distancia de él.
-Yo…- vaciló antes de decirlo.-Te quiero.
Ambos corazones dieron un vuelco. ¿Aquello era lo que le había molestado al gran abogado, que se hubiera enamorado de ella? ¿A caso ella tenía la culpa? Él había dicho que Águeda no tenía nada... “¿De verdad no tengo nada?” se preguntaba
_ ¿Y por eso querías matarme?_ le preguntó chillando, algo decepcionada.- ¿Por qué me quieres?
_ Eso no hubiera importado si no estuviera comprometido con tu hermana. Además, socialmente ella es más…
_ ¿Más qué?...- le cortó al mismo tiempo que se figuraba qué era.- ¿Más guapa?¿De verdad eso te importa?
Johannes miraba hacia le suelo, avergonzado.
_ Parece increíble que seas tan penoso... me pareces tan superficial. ¡Yo te quiero, ¿sabes?! Y no me importa que tengas esa verruga debajo del cuello, que algunas veces no sepas vestir bien, que te guste presumir de lo que tienes, e incluso a veces de lo que no tienes; que a veces te huela el aliento por las mañanas. Ni si quiera me importa que te hayas podido fijar en mi hermana, que eso ya es el colmo. ¿Qué tiene, un bello rostro? Sus banalidades la hacen vulnerable, y su obsesión con el dinero, TU dinero, debería ser suficiente razón como para ver que ella no te ama. Sin embargo, nadie puede fijarse en mí porque no soy bella, ¿de verdad crees eso? Pues bien...
Enfadada y más triste que nunca, Águeda se acercó al cuchillo tirado en el suelo (...)
Laura Martínez. (2006)

martes, 14 de octubre de 2008

Valse pour Águeda

1876

El espejo reflejaba un cuerpo esbelto; desnudo y decaído. Un rostro empapado de tristeza y exhausto. Una piel blanca, incluso más que la nieve. Una imagen pobre y triste ante las desgracias del amor.
Águeda se contemplaba con asco. Giraba y se volvía a mirar. No era perfecta, aquello estaba claro, tenía un cuerpo desaliñado y poco cuidado, indefenso y decaído, como las ramas secas de un pobre árbol. Su fea imagen era causa de su penosa vida, atrapada entre aquellas cuatro paredes húmedas.
“¿Habrá en mi vida un final feliz?” se preguntaba a menudo
_ Águeda_ le decía su hermana_ los finales felices son para princesas...
Y entonces la pobre muchacha suspiraba tristemente y se volvía para contemplarse en el espejo de la entrada.
Ay! Cómo ansiaba la libertad, y ésta se desvanecía como polvo llevado por el viento. Deseaba levantarse algún día y despertar en el paraíso, pero ese día nunca llegaba.
Mientras su madre y su her-mana conver-saban alegremente, Águeda miraba tras la fría ventana, daba igual si hiciese calor, ya todo parecía congelado y frío. Su familia la quería,“pero no lo suficiente” pensaba Águeda, quien, tras levantarse del sofá, sonreía como disimular su tristeza.
_ Hay... hija mía, ¿Cuándo te vas a casar?_ le preguntaba su madre_ ya te estás haciendo vieja…
Todos los días veía a su hermana Luisa con su futuro marido el abogado. Luisa la miraba apenada y a la misma vez con indiferencia, sin embargo, el abogado, un extranjero alemán bastante atractivo llamado Johannes, le sonreía con alegría.
Así era su relación con el abogado: una alegre sonrisa fingida. Pero tras aquello, Águeda rompía a llorar.
No podríamos decir que Johannes fuera su razón de ser, pero ella le amaba.
¿Qué había visto en su hermana Luisa? De acuerdo, era muy linda y bella, pero solo era eso, estética, debajo de aquella piel suave se escondía un carácter áspero, duro como las rocas y frío como el hielo.
En sus noches tristes, como eran todas, Águeda escribía una y otra vez cómo se sentía:
A la distancia de filos de hojas verdes me encuentro de la miseria; miseria que jamás dejó de existir en ningún momento, sólo que se esconde detrás de mí, y este es el momento de dejarlo ver.
Suspiro; los segundos del reloj siguen su curso, y sin embargo mi vida se ha paralizado por completo. Una estatua frágil es mi cuerpo, a punto de romper y resquebrajarse en miles de pedacitos sin poder volver a juntarlos y reconstruirlos
.”

Fue una noche cuando todo comenzó. La noche antes de la boda. Los novios hicieron una cena familiar. Acudieron primos, tíos y amigos, todos dando la despedida a los dos solteros.
Águeda, como siempre se sentó en una esquina de la mesa durante la cena, y comió callada. De vez en cuando miraba a Johannes, quien reía y brindaba con los amigos. En una de aquellas miradas, el abogado la sorprendió mirándola también, pero con rabia e ira, como si Águeda fuese la culpable de algo.
A partir de ahí, la noche fue nerviosa. Águeda ya no se atrevía a mirarle por si él volvía sus ojos contra ella.
Cuando todo acabó, y la noche ya era noche de verdad; oscura e intensa, Águeda decidió acostarse.
Aquella noche dormían los novios juntos en la casa de la madre, aunque en distintas habitaciones. Aquello era una tradición de su familia desde hacía generaciones; así es que Águeda tuvo que irse a dormir a la habitación más pequeña para poder prestarle la suya a Johannes. Cerró los ojos por un momento, suspiró, y, cansada, rompió de nuevo a llorar. Tras aquello, se durmió de cansancio(...)
Laura Martínez. (2006)

sábado, 11 de octubre de 2008

Entre las masas borrachas

Ayer bebí, me emborraché, e hice algo el ridículo. No había diferencia de estado, aún sin ir ebria podrían haberme confundido con una chica que danzaba bajo los efectos del alcohol. Sonreía, saltaba y miraba a todos los lados. Incluso me presenté a dos desconocidos ingleses sólo porque quería practicar mi inglés. Eso es lo que no me gusta de la fiesta, que si pretendes conocer a alguien es porque quieres después tema con él. A ver, yo sólo quiero pasarlo bien sin sexo, no me gustas, me caes divertido, ya está. A demás la fiesta en sí es una mierda. La barraca parce un putiferio donde la gente, al son del reggaeton, se reboza y se toca delante de el resto. En fin, soy liberal hasta cierto punto, no me gusta ver cómo hace el amor otras personas. Bueno siempre existen también esos pobres viejos verdes que están en la barra con un chorro en la mano mirando por toda la pista de baile con cara de salío mental a ver si pilla alguna pivita, y cuando ve que ninguna decente se percata de que existe, va a las fáciles, las pasables, las que la gente considera como feas, las que no tienen control sobre la pista, las que bailan rebozándose con sus amigas porque no tienen con quien bailar, las que se suben la mini falda hasta que casi se le pueda ver sus partes más íntimas y las que intentan llevar un escote de lo lindo para ver si así se fijan en ellas.
Después cambian del reggaeton a estas canciones horteras de verano con las que vienen ligadas a un baile. “Paquitoooo el chocolaterooo” “Boooombaaaa” etc, sólo falta que nos pongan la macarena, que incluso sería más divertido que toda la música junta. También tenemos a las creidillas del pueblo que se hacen fotos ellas mismas poniendo morritos y caras sexys, y se suben a la tarima a lucir sus cuerpos esbeltos y hace que te deprimas porque tú no eres tan guapa (aunque tu madre te diga lo contrario), y el resto de la noche bailas aún con menos ganas. Es por esta mezcla, (la música mierdera, el éxito de las demás, el asco que te dan aquellos borrachos verdes, las pobres desesperadas bailando desesperadamente, e infinitas cosas que supongo se me olvidan) por lo que decides, (aunque sea una de las peores decisiones) unirte al grupo, masificarte, y gastarte esos eurillos sueltos que llevas en el bolsillo de tu vaquero pitillo que ahora se lleva tanto, en un cubata. Asimismo, aceptas el trago que te da el pobre que no pilla ni una y que está a dos velas esa noche, y que aunque flirteas con él, te das cuenta de que no te gusta, y te pones a bailar con tu amiga, rebozándote para ver si el chico aquel que mira y baila con la tía buena gira su cabeza para contemplarte a ti. Pero sin conseguirlo, al final te apartas de tu amiga, y decides hacer la tonta, porque para pasarlo mal, mejor reírte de tus tonterías, y saltas, y saltas y cantas con un megáfono que se trae Belén de casa, y le gritas al DJ que cambie la música nefasta por alguna canción de Britney Spears, que será lo mala que quieras, pero siempre es divertido bailar su “Gimme more”. Miras el reloj, y todavía son las tres y media, y así se pasan las horas. Como tu padre te ha dejado hasta las seis y media, aprovechas a pesar de que estés de pegote en la multitud. Y pasan las cuatro, y llegan las cinco, y así hasta que miras de nuevo la hora y son las seis. Tu otra amiga aparece con un chico que, supuestamente, se fueron a dar una vuelta por el parque, pero la ves cansada y sudorosa y averiguas que acaba de llegar de su pequeño estudio con su amiguito. Entonces el estudio se convierte en el porno-estudio- coño, ¿Para qué estará la huerta Andrea? ¡Que el estudio lo utilizamos todos!- Después llega la otra amiga, más responsable y que no hace el amor en medio de una fiesta, pero está atada a su novio y siempre van juntos a todos lados y siempre están discutiendo y por eso tienen que ir a hablar a solas y no pueden estar con los amigos. Después ves a aquella conocida que una vez estuvo contigo en el grupo y su amiga la creída tonta que se abre de piernas porque es una gimnasta, y aprovecha esa situación para calentar a los tíos; y hace la gracia rezando el Padre Nuestro con acento sudamericano. Una de las dos es una “borracha”. Borracha entre comillas porque un día descubriste que tiraba la bebida al suelo y fingía que ya le había subido a la cabeza; y la otra es sana porque tiene que seguir con su deporte, pero igual de odiosa.
En fin, te encuentras a los conocidos también, que te saludan te dan dos besos y pasan de ti para mirar a las chicas que hay subidas a la tarima bailando. Y entonces te enteras que la tal Juanita que iba a tu clase se está enrollando con el tal Juanito que un día conociste, mientras escuchas “tocarte toa” y tu amiga sigue con el megáfono cantando. Y llega entonces aquel tío con el que te enrollaste una vez y tuviste algunos problemas con él porque tenía novia, y te pones más tensa, porque pasa de ti y te sienta mal, y entonces luego te acuerdas de los demás chicos que besaste y que… en fin, te tiraste, para ser explícitas y te preguntas a quién se estarán tirando ahora. Luego piensas porqué Seki no pudo haber salido, que seguro que, además de habértelo pasado mejor, te hubiera parado los pies respecto al alcohol. Y cavilando, descubres que aunque quieras ser diferente,- es que se ha puesto de moda ser friki- y aunque sepas que los demás hacen mal y que es una de las mayores gilipolleces sociales de hoy en día, te has convertido en lo mismo, porque lo haces, a pesar de ser consciente de todo.
Pues bien, luego piensas que para la próxima vez, mejor no vienes. Me ahorro el dinero y el tiempo.

Laura Martínez.

jueves, 9 de octubre de 2008

Un lapsus de los mios.

No, no. Ni siquiera en el futuro. Ni luego, ni después ni nunca. “Nunca, Nunca, nunca, nunca” El eco de mi voz retumba constantemente por las oscuras calles de la incertidumbre de mi mente, vacías y solitarias.
Intento escabullirme del eco, pero éste parece ser infinito. Cuando ya me rindo, camino lentamente cogida de su mano.
“Nunca, nunca” dice
“Nunca, nunca” me repite, más no lo puedo esquivar, soy presa del eterno eco.
Nos miramos
-¿Nunca qué?- le pregunto
-Nunca tú- me responde
- ¿Nunca yo?
El niega con la cabeza “Nunca”
Suspiro y sonríe malicioso
-Nunca- vuelve a retumbar.
Y nunca hasta el infinito.
Laura Martínez

lunes, 6 de octubre de 2008

Capítulo uno.

Carolina rechoncha.


Tras un momento, he decidido ser fuerte. Sí, lo soy, y eso me enorgullece. Me da ánimos y gracias a eso, puedo controlar esta situación.
Tiempo atrás creía que la familia lo era todo, ahora, he comprobado que es verdad. Pero, ¿A quiénes consideras familia en realidad, a aquellos que comparten sangre contigo, o los que están junto a ti por siempre? Cuando digo por siempre resuena mi conciencia diciendo “por favor, que cursi eres” De hecho, no puedo evitarlo.
Últimamente he encontrado una forma de cuidar de mí misma; a pesar de que siempre he sido independiente, nunca he llegado a tener que hacerlo. No sé si me entendéis.
Pues como todos los jóvenes, unos dependemos más de los padres que otros. Yo, en este caso he sido una chica que ha sabido ir por su camino sin tener que pedir ayuda en cada paso que daba. Pero esto es una nueva situación para mí.
Lo peor de todo, es que, además de cuidar de mí misma, cuido de mi padre y de mi madre. Y ahora en adelante, tendré que cuidar de mis dos hermanos pequeños. La situación ha llegado a ser así de complicada, y todavía no entiendo nada, pero poco a poco, mi estado shock se va limitando.
Me ha tocado ser Carolconsuelos. No rechazo esa proposición, tengo que aceptarlo, por lo tanto no me voy a resignar. Demostraré que soy capaz de controlar la situación, de tener la sartén por el mango.
Debería comenzar la historia desde el principio, pero ignoro cuál es ese. Por lo tanto, me resignaré a contarla un poco desde mi llegada a éste pueblecito.
Mi nombre es Carolina, aunque lo detesto. Prefiero que a lo largo de la historia me conozcáis como Carol o Caro, todo el mundo me llama así, y no me disgusta.
De pequeña vivía en una de las pequeñas islas del archipiélago Canario, Tenerife, en la costa sudoeste. (Adeje).
Mi casita era modesta. Mis padres la compraron cuando yo tenía cuatro años, y no necesitábamos mucho más porque éramos tres. Pero bueno, ya sabéis, la acción entre mis padres se ajetreó, y cada cuatro años, surgía un nuevo miembro en la familia, hasta llegar a ser cinco en casa.
Con la llegada de Éric, el hermano mediano, no se notaba todavía tanto la ausencia de espacio. Su nombre se debe a mi afán a las princesas Disney de mi infancia. Mi preferida era La Sirenita, por eso mi hermano se llama Éric; aunque estuvo a punto de llamarse Felipe, por La Bella Durmiente. Mis padres, al verme tan entusiasmada con el nuevo miembro de la familia me prometieron que el nombre lo elegiría yo, aunque no detesto del todo Éric.
_ Cariño, ¿no sería mejor que le pusiéramos Carlos, o Alejandro? Un nombre más normalito._ me decía mi madre intentando persuadirme.
_ No_ grita-ba yo con aque-lla voce-cita de niña peque-ña._ Éric me gusta, mamá.
Y sin más reme-dio, Éric se unió a la familia.
Después, con la llegada del pequeño Santi, notamos que la casa se hacía cada vez más pequeña. No había suficientes habitaciones para todos nosotros, y bueno, sumándole que mi hermano Santiago es un chichoterremoto, llegó la decisión de cambiar de rumbo.
_ Piensa que estaremos con la abuelita._ me dijo mi padre al ver mi cara de asombro.
Acababan de decirme que nos mudábamos a un pueblecito de Valencia.
_ Ya, papá, pero aquí tengo a mis amigos._ decía apenada_ Y además, la abuela sólo piensa en darme de comer.
La verdad es que aquella idea me malhumoraba, porque yo era una bolita de cuidado. Mis curvas rechonchonas se convertirían en bolas de pilates si dejaba que la abuela me alimentase, porque la verdad, el chocolate era uno de mis puntos débiles.
Oí a mi padre reírse tras decirle aquello.
_ Ay, cariño... No seas absurda, harás nuevos amigos. Ya verás como todo sale bien.
La idea de mudarse a la península no era sólo por el espacio de la casa, podríamos haber comprado otra más grande si fuera sólo por aquella razón; era porque allí no teníamos nuestra familia. Sí era verdad que teníamos un tío, hermano de mi madre, que vino a vivir con nosotros a la isla de Tenerife, pero nada más.
Tras largos meses, mi padre se pensó eso bien de un trabajo nuevo, mejor remunerado, y estar con los padres de mi madre. Teníamos más ventajas que desventajas y en unas semanas después de cumplir los diez años, allá iba yo en busca de nuevas experiencias.
Me río. Suena como si me fuera a vivir a las amazonas. No, Valencia es algo más normal. Mi abuela vivía en San Pedro del Pinatar, al lado de la playa. Su chalé era enorme, aunque lo tenía poco cuidado y el hedor a perro por el campo era insufrible. Todavía no me he acostumbrado a ese olor.
Los primeros meses de nuestra llegada a la Comunidad Valenciana, la vivimos en casa de mis abuelos, María y Antonio.
Detesto esos nombres, son los típicos nombres españoles. La verdad es que con los nombres soy muy delicada... creo que lo vais notando.
En fin, a pesar de esos nombres, mi abuela nunca ha sido María para mí, sino La Pita; y mi abuelo tampoco ha sido Antonio, sino Papantonio. No me preguntéis por qué; cuando nací, ya mis otros primos les llamaban así, y así se han quedado.
No me equivoqué cuando dije que La Pita no paraba de preocuparse en lo que comía.
_ Pero mujer, te vas a quedar con hambre… Come algo más._ me decía tras haber zampado uno de estos bocadillos gigantes y aceitosos de jamón serrano.
_ ¡Pero Pita!_ vociferaba_ Estás loca? Acabo de merendar un gran bocadillo.
_ Ay mujer... tienes que comer. Mi madre siempre decía que las mocitas con chichas son las mejores…
No podía soportar a mi abuela cuando se ponía así de pesada. Y menos que me llamara mocita con chichas.
Mi primer día de clase no fue nada mal; no era lo que me esperaba, por supuesto, creo que fue aún mejor.
Cuando mi maestra me presentó a la clase, todos gritaron y aplaudieron como si yo fuera la estrella; después me enteré que eso lo hacían siempre para subir los ánimos de la persona recién llegada, y además porque competían con la clase B para ver quién tenía más chicos nuevos en la clase. A partir de entonces, me convertí en la nueva.
En cuanto a mis padres...; bueno, mi madre es azafata de vuelo, así es que, le daba igual vivir en Valencia que en Tenerife, su trabajo está en el aire. Tiene mucha suerte, la verdad.
_ ¡Uff!, hoy me toca un Miami_ se queja mi madre a veces.
_¿Pero tienes el valor de protestar? ¡Que vas a Miami!_ le digo yo siempre.

Sin embargo mi padre tuvo que cambiar de trabajo por completo. Tuvo un poco de enchufe al entrar. ¡Y tanto! El jefe era el hermano de mi madre, Carlos. Antes mi padre trabajaba como electricista; recuerdo que una temporada le tocó trabajar haciendo el nuevo aeropuerto de Santa Cruz, y cada vez que oía a alguna amiga decir que iba para la península, con aires de superioridad, le informaba de que mi padre construyó “las luces” de. Aeropuerto.
Pero cuando llegamos a Valencia, se instaló como promotor de vivienda.

Y nuestra vida siguió su curso normal y éticamente, con traspiés, por supuesto, y algún que otro quilo de más.
Laura Martínez. Junio 2007

jueves, 2 de octubre de 2008

Hablemos de amor

Quisiera hablar de algo,
del amor, por ejemplo.
Que un tema trascendental
se ha convertido en algo tan efímero...
Como el vaivén del "tic-tac"
que no es más que el leve balanceo de las horas.
Y sí, miento
¿Es acaso el amor volátil como el viento?
¿Escasea, quizás, del sentimiento?

Y te pregunto porqué sigues aquí,
Y tú me contestas- mientras
Agachas la cabeza- Con esa voz melosa:
“Porque la quiero…

… A pesar de las mentiras y engaños,
A pesar del frío ambiente,
A pesar que yo sé que ella ya no siente
Lo que por mí sentía antaño”

Descubro entonces… ¿Un amor sincero?
¿Algo que no existe, y sin embargo,
es verdadero?
¿Un “te doy mi vida, te ofrezco mi alma
Y te prometo el “te quiero”?


Cómo jugar a trenzar palabras que no existen.
O acabar historias que, desde tiempos remotos,
pasaron al olvido.
Pensamientos en tu mente que persisten
Y sentimientos de un amor mustio y fallido.

Y tú, entonces, sigues cabizbajo,
intentando sonreír.
Mas sabes que no puedes
dejar de cavilar sobre el pasado
y seguir imaginando
sus encuentros adúlteros junto a él
y los besos de esas noches
en su cuello marcado.

Y es entonces cuando sientes
que después del pensamiento
llega el dolor.
Y después del dolor,
llega el vacío y tu tristeza,
y con poca proeza,
callas.

Después del vacío,
más vacío.
Y después de éste vacío,
ya no hay nada.



Laura Martínez