martes, 14 de octubre de 2008

Valse pour Águeda

1876

El espejo reflejaba un cuerpo esbelto; desnudo y decaído. Un rostro empapado de tristeza y exhausto. Una piel blanca, incluso más que la nieve. Una imagen pobre y triste ante las desgracias del amor.
Águeda se contemplaba con asco. Giraba y se volvía a mirar. No era perfecta, aquello estaba claro, tenía un cuerpo desaliñado y poco cuidado, indefenso y decaído, como las ramas secas de un pobre árbol. Su fea imagen era causa de su penosa vida, atrapada entre aquellas cuatro paredes húmedas.
“¿Habrá en mi vida un final feliz?” se preguntaba a menudo
_ Águeda_ le decía su hermana_ los finales felices son para princesas...
Y entonces la pobre muchacha suspiraba tristemente y se volvía para contemplarse en el espejo de la entrada.
Ay! Cómo ansiaba la libertad, y ésta se desvanecía como polvo llevado por el viento. Deseaba levantarse algún día y despertar en el paraíso, pero ese día nunca llegaba.
Mientras su madre y su her-mana conver-saban alegremente, Águeda miraba tras la fría ventana, daba igual si hiciese calor, ya todo parecía congelado y frío. Su familia la quería,“pero no lo suficiente” pensaba Águeda, quien, tras levantarse del sofá, sonreía como disimular su tristeza.
_ Hay... hija mía, ¿Cuándo te vas a casar?_ le preguntaba su madre_ ya te estás haciendo vieja…
Todos los días veía a su hermana Luisa con su futuro marido el abogado. Luisa la miraba apenada y a la misma vez con indiferencia, sin embargo, el abogado, un extranjero alemán bastante atractivo llamado Johannes, le sonreía con alegría.
Así era su relación con el abogado: una alegre sonrisa fingida. Pero tras aquello, Águeda rompía a llorar.
No podríamos decir que Johannes fuera su razón de ser, pero ella le amaba.
¿Qué había visto en su hermana Luisa? De acuerdo, era muy linda y bella, pero solo era eso, estética, debajo de aquella piel suave se escondía un carácter áspero, duro como las rocas y frío como el hielo.
En sus noches tristes, como eran todas, Águeda escribía una y otra vez cómo se sentía:
A la distancia de filos de hojas verdes me encuentro de la miseria; miseria que jamás dejó de existir en ningún momento, sólo que se esconde detrás de mí, y este es el momento de dejarlo ver.
Suspiro; los segundos del reloj siguen su curso, y sin embargo mi vida se ha paralizado por completo. Una estatua frágil es mi cuerpo, a punto de romper y resquebrajarse en miles de pedacitos sin poder volver a juntarlos y reconstruirlos
.”

Fue una noche cuando todo comenzó. La noche antes de la boda. Los novios hicieron una cena familiar. Acudieron primos, tíos y amigos, todos dando la despedida a los dos solteros.
Águeda, como siempre se sentó en una esquina de la mesa durante la cena, y comió callada. De vez en cuando miraba a Johannes, quien reía y brindaba con los amigos. En una de aquellas miradas, el abogado la sorprendió mirándola también, pero con rabia e ira, como si Águeda fuese la culpable de algo.
A partir de ahí, la noche fue nerviosa. Águeda ya no se atrevía a mirarle por si él volvía sus ojos contra ella.
Cuando todo acabó, y la noche ya era noche de verdad; oscura e intensa, Águeda decidió acostarse.
Aquella noche dormían los novios juntos en la casa de la madre, aunque en distintas habitaciones. Aquello era una tradición de su familia desde hacía generaciones; así es que Águeda tuvo que irse a dormir a la habitación más pequeña para poder prestarle la suya a Johannes. Cerró los ojos por un momento, suspiró, y, cansada, rompió de nuevo a llorar. Tras aquello, se durmió de cansancio(...)
Laura Martínez. (2006)

6 comentarios:

coco dijo...

Hay tantas relaciones de sonrisa fingida que te obligan a llorar. Dime que tú no tendrás nunca ninguna. Y así compensas la mia.

Perséfone dijo...

Debe ser terrible el vacío que sentía Águeda en su interior. Lo peor de todo es que esta historia se me antojatan real...

Veremos si la muchacha encuentra su final de princesa.

Un abrazo.

Juan Manuel Cáceres dijo...

No se cómo rte atreves a decir que mis escritos son extraños... lo visto aquí es hermosamente extraño... y extrañamente hermoso

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Ponnos también algún poema...

Laura dijo...

Reclamas mi 'poesía' o es sólo que tienes curiosidad por saber como escribo en verso?
Se me da fatal, Francisco.

Saludos a todos

AdR dijo...

Hace unos años, en el teatro, vi interpretar una obra de Tennessee Williams (El zoo de cristal). Tu texto parece un retrato de sus mujeres :).

Besos.

P.D.:Por cierto, a mí también se me da fatal eso de medir versos, así que a veces me conformo con buscar la musicalidad de las palabras que escribo. Tú también la tienes, la musicalidad, es eso que te recorre la piel por debajo, cuando hablas de algo muy tuyo.