lunes, 28 de diciembre de 2009

Es la enésima vez que escribo sobre envidia


Guerrera y triunfadora, así te definen.

¿Soy yo tu sombra? ¿Soy yo los restos que vas dejando por el camino?

Tú, la belleza que nunca lograré alcanzar; yo, el espanto de lo ya muerto.

Tú la rebosante de victoria y alegría; yo la risa y sonrisa que sabe a tristeza y sal como las lágrimas que derrocho cuando te das la vuelta y no me ves.

Tú la aventurera que a nada le teme; yo la cría imbécil que siente pánico ante la soledad.

Tú el orgullo de la familia; yo el malogro de toda ella.

Cuando estás conmigo, cercana y táctil, te odio porque te envidio.

Cuando estás lejos, sin mí, te quiero porque echo de menos envidiarte.


Pero yo sigo siendo una melodramática, no lo olvides, y por eso, esto último que he dicho es completamente revocable.


Eres mi medio yo :)

domingo, 27 de diciembre de 2009

La historia del amor nunca llega- ni apetece- (4)



La historia de tu lengua no es compleja:

Comienza húmeda y mojada.
El resto, ya os lo podéis imaginar.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Pieles (3)


La historia de tus manos no es compleja, quizás sólo un poco más larga:

Primeramente intentan enlazarse entre mis dedos con un giro que me das al son de la música. Minutos después ya están subiendo por mi espalda, hasta acariciar los rizos que vuelan de un lado a otro mientras bailan locamente.
Cuando se deciden- y se atreven- vuelven a deslizarse hacia abajo para encontrarse con mi cintura.

Finalmente, sin saber cómo, indagan en lo más profundo de mi ser.

De esta manera comienza la historia de tu lengua.

Baila, que me gusta (2)


La historia de tus labios no es compleja:


Intentaron besarme, pero prefirieron mantenerse despegados de los míos al notar, mientras bailábamos, cómo mi cuerpo rozaba tu delantera.


Llega así la historia de tus manos.

Cazador y cazado (1)


La historia de tu mirada no es compleja:

Tú me localizas y divisas. Seguidamente me observas y, más tarde, estás al acecho de todo movimiento que haga, hasta acercarte a mí y encontrarte cara a cara con mis ojos.

A partir de aquí, la historia de tu mirada termina y comienza la de tus labios.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Let it snow, let it snow, let it....


No nos besamos bajo el muérdago que la vecina tenía colgado en el porche, pero me dio igual.

Estas navidades están más llenas que de eso, y no lo digo por el pavo, turrones y repostería alemana, no.


La nieve cae despacio y densa, y la música suena por toda la ciudad.


Las mañanas son claras y, a pesar de estar a muchos grados bajo cero, el aire cálido invade el hogar- quizás porque la calefacción en esta época del año está puesta en su máxima potencia-.


Suenan villancicos (que por suerte no son españoles) y el mundo del cascanueces reaparece de forma real a las doce de la mañana en el reloj de aquella fuente en la plaza.


Los lagos se congelan y las niñas como yo patinan con paciencia y tranquilidad por el hielo mientras contemplan lucecitas brillar desde un abeto. Otros, sin embargo, hacen largos de un lado para otro y una doble mortal hacia atrás con sus patines de filo cortante.


El Grinch se ha despertado para robarnos los regalos y colarse por las ventanas, y tomó- ¿prestado?-todo lo que tenía a mano, pero no la alegría, no la frustración, no los sentimientos...


Y todos quieren ser ya gato jazz, para poder improvisar- y más canciones de la infancia- y reminiscencias escolares, y coles rojas que no comía y ahora se devoran. Como la bruja de Rapunzzel.

La esencia no terminó hace tiempo. El tiempo machacó la esencia, pero el olor del pino en el salón la ha devuelto. Así huele la Navidad; a brezel recién hechas, a Berliner Pfannkuchen rellenos de mermelada, a vino hirviendo, a chocolate con galletas, a azúcar glass… Dulce, dulce, dulce y blanca Navidad.

¿Quién se olvidó de ti? Siento, por mi parte, no haberte recordado hasta ahora.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Belén :)


El comienzo,
siempre desde el principio,
obviamente;
incierto, confuso,
quizás también predeterminado.

El desenlace,
impredecible y monótono.
Todo a lavez.

El final...
Inexistente.
(No lo olvides)

Felicidades :)

lunes, 21 de diciembre de 2009

Te fuiste alguna vez?

“La inèrcia es una extranya propietat de la matèria.

Quan marxes,

per exemple,

l’aire conserva la escalfor del teu cos durant una estona,

aixi com la sorra guarda tota la nit la tebior triste del Sol.


Quan marxes,

per continuar amb el mateix exemple,

las mevas mans persisteixen en la caricia

malgrat que ja no hi ha pell per acariciar,

no mes la carcanada del record

descompunentse al buit de l’escala.


Quan marxas,

deixas enrrera un tú invisible

adherit a les coses mes petitas,

potser un cabell a l coixí,

una mirada que s’ha embolicat a les tirants del desig,

una crusteta de saliva a les comissures del sofà,

una molècula de tendresa al plat de la dutxa...

No es difícil trubarte,

l’amor, em fa de lupa”


GEMMA GORGA




“La inercia es una extraña propiedad de la materia.

Cuando te vas,

por ejemplo,

el aire conserva el calor de tu cuerpo durante un rato,

así como la arena guarda toda la noche la tibieza triste del sol.

Cuando te vas,

para seguir con el mismo ejemplo,

mis manos persisten en la caricia

a pesar de que ya no hay piel para acariciar,

tan sólo la osamenta del recuerdo

descomponiéndose en el hueco de la escalera.

Cuando te vas

dejas atrás un tú invisible

adherido a las cosas más pequeñas,

quizás un cabello en la almohada,

una mirada que se ha enredado en los tirantes del deseo,

una huella de saliva en las comisuras del sofá,

una molécula de ternura en el plato de la ducha…

No es difícil encontrarte,

el amor me sirve de lupa.”

domingo, 20 de diciembre de 2009

Tiempos


17/12/2009

Todo comienza siempre con el hoy, el ayer o el mañana. Necesitamos esa línea temporal para unir y engarzar las perlas y conchas rotas de nuestra vida.
Por ejemplo, ayer nevó; hoy hizo ademán de nevar y mañana sólo nos quedarán las nubes grises, sonrientes y malévolas.
No estamos de paso, lo sé. Nuestra huella perdura en el asfalto aunque no se vea, aunque el tiempo y el aire enfadado las borre, aunque nunca haya quedado adherido a él del todo.
No hay lobas danzando que valgan, amigo mío- queridísimo amigo mío- nunca las hubo, no para mí.
El baile y la música nos pertenecen sólo a nosotros- créeme- y fueron nuestras ayer, lo son hoy y lo serán mañana.
No me equivoco cuando digo que no estamos de paso y no me equivocaré cuando lo vuelva a repetir.
¿El ayer? El ayer pasa sin duda más deprisa por estos parajes urbanos y el olvido duele mucho menos.
Quizás la distancia también.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Escaseas


Escasean tus sonrisas,

peligran en la extinción,

se borran allá donde no te veo

y acá donde puedo contemplarte.


Escasean tus miradas,

evitan encontrarse con la mía,

buscan la de otra,

más alta, rubia y esbelta quizás.


Escasean tus razones

para llamarme y oir mi voz.

No tienes motivos,

no existe la finalidad.


Escasean tus palabras,

ya no me lloriqueas,

ya no me gritas,

ya no me susurras.


Escasean tus caricias,

desvían el tacto de mi cuerpo,

rehúyen el contacto con mis manos,

y se esconden bajo el bolsillo del vaquero.


Escasean tus virtudes

para hacer que te siga allá a donde vayas,

desvanecen tus encantos

y prima tu degradación.


Escasean tus virtudes, sí,

y, pobre de mí,

-¡Pobre de mí!-

Que tontamente las invento.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Quienquieraquefuese (3)


En un pequeño canal, muy, muy adentrada la noche, la noche cálida y húmeda, la noche tormentosa e inestable, la misma noche que eligieron las estrellas y sus constelaciones, esa noche que parecía caótica, aquella que no se asemejaba a ninguna otra noche de sus vidas, la noche que desencadenaba aventura e incertidumbre, emoción y exaltación; esa noche, la de aquel lugar, la de aquel momento, esa noche y no otra, los excursionistas se adentraron en la Laguna Grande para contemplar las maravillas de la naturaleza.


Así es, todo oscuro, todo en penumbra, con tan sólo el ruido del agua rezumando en el canal y susurrando en un código que desconocían, con los animalillos- que no se divisaban- pasando de un lado a otro entre los mangles.

Y remaban en sus kayaks, algunos torpes y otros más ágiles y avispados.

Y remaban en el canal, dejando atrás el océano; y así, los manglares cotorreaban bisbiseando entre el céfiro afable que les acariciaba con predilección, con favoritismo.


Ella había dejado de remar. En realidad ni siquiera hubo comenzado, pero no lo necesitaba porque el experto y encargado de que a los expedicionarios no les pasara nada, remaba tras ella con todo el placer del mundo.


-Encantado Laura, mi nombre es…


¿Edwin, Jowie, Wilson? Qué más daría, porque ella no remaba, sólo escuchaba embelesada los cánticos tropicales, sólo observaba- y admiraba- los misterios de la noche.

De vez en cuando alguna que otra remada, pero poco tardaba en volver a colocar los remos sobre sus rodillas para volver a divisar los espectros que creaban las sombras de la maleza.



Edwin- o Jowie, Wilson o quienquieraquefuese- espetaba frases que en otra ocasión hubieran incomodado a la muchacha, pero ella, absorta por la complicidad de las maravillas entre noche, fauna y flora, hacía caso omiso a sus divulgaciones.


-Mañana puedes volver y te paso gratis.

Laura miraba al cielo.

-Mañana si quieres puedo ir con vosotros a Isla Culebra.

Laura miraba el agua que fluía a contracorriente.

-Mañana te llamaré…

Laura miraba hacía el vacío de la oscuridad, sin que sus ojos se hubiesen acostumbrado todavía a ella.


Y el canal se iba ensanchando y ensanchando y llegaron al destino final.

Se adentraron en Laguna Grande y ya nada más vivía entre las sombras, ya nada más navegaba entre lo incierto, ya nada más parecía peligroso. Porque mil y un pez- y mil y un pez más- correteaban iluminados bajo ellos, los excursionistas. Porque las estrellas se alineaban formando figuras de cometas, osos, escorpiones y caballos. Porque al meter el brazo, el agua brillaba, y al sacarlo, el miembro brillaba también. Y todos eran aliens, y todos, anonadados, asombrados, petrificados, eran gentes que remaron en kayak para contemplar las maravillas del mundo.


Luces fosforescentes en el agua, relámpagos sin tormentas en el lago. Inútilmente podréis imaginar cómo era aquello. Imaginad lo inimaginable… tampoco lograréis conocer la impresión.

Y entonces, de repente, “chlop”, la muchacha se tira del kayak y su cuerpo se ha divinizado, porque centellea en el agua, y al nadar se camufla entre los peces que también relumbran. Su cuerpo se ha divinizado porque se ha convertido en ángel, ángel acuático.

Y nadó y nadó, e intentó aborrecer aquel efecto, pero en vano, como humana ilusa que era, fiel a lo que veía, desvió los gritos de ¿Edwin, Jowie, Wilson? que le ordenaba volver a subir al kayak antes de que todo el mundo diera media vuelta hacia tierra.

Sin nada que poder hacer, sin el poder de congelar el tiempo y flotar a sus anchas en aquella Laguna Grande, sin nada que volviera a mitificar su talle y volumen, dejó a un lado los vertebrados que habitaban en el agua y por ende, dejó de ser ángel para volver a convertirse en la humana mortal y vulnerable que era.


Edwin-jowie-Wilson no la llamó al día siguiente.

domingo, 13 de diciembre de 2009

La maté porque era mía (2)

No hizo otra cosa que contemplar el horizonte lleno de mar y palmeras y caminar. Apartó las sandalias en una esquina de la entrada de la playa y, mientras paseaba sin destino concreto, retozaba la arena con los dedos y la planta de sus pies.


El Sol era escaso, pero el calor abundaba incluso con las pequeñas gotas que chispeaba el cielo grisáceo. Las palmeras se movían al son de la brisa caribeña y el vaivén de las olas rezumbaba en sus oídos tan intensamente, que sentía, sin haberse atrevido a empapar sus piernas en el agua del atlántico americano, la espuma blanda y nívea masajeando su piel.



No pensaba en nada y a la vez pensaba en todo. Aquel momento únicamente era apto para la reminiscencia del sentimiento lisonjero. Así que, todavía encaminada hacia ningún lugar, aprovechó su tiempo matutino para crear estampas seductoras, esas mismas que todo el mundo discurre en los momentos de desazón para sentirse mejor con uno mismo o aquellas que se inventan en los momentos felices para hacer del sentimiento grato una verdadera utopía.


Su estampa no era nada del otro mundo- nada que alguien no hubiera podido imaginar antes- sin embargo, tampoco era de este.

Ella corría a la velocidad de la luz y realizaba acrobacias propias de un inhumano saltimbanqui y así desahogaba la tensión de su cuerpo.

Más tarde sobrevolaba desnuda y libre el mundo entero hasta que se encontró con el Sol, que caía lentamente para dejar paso a la luna que empujaba impaciente, como las niñas en las largas colas para ver al ídolo que siempre quisieron ver. Ésta deseaba con estragos gobernar cual emperatriz el reino de los cielos. Llegaba bruñida y fulgente. Envanecida y procaz- incluso me atrevería a decir que apareció con aires grandiosos y cínicos-, decreciente por aquella parte de la Tierra.

Seguidamente, con las alturas entre la espada y la pared, conmovidas por la tristeza del astro que tenía que decir adiós y asombradas por la belleza del satélite que comparecía cada vez con más vehemencia, la muchacha se adentró al mar. Y el mar la recibió con agrado, y la empezó a acariciar sustantivamente, con fuerza y presión, y ella se dejaba porque sentía que eran amantes de toda la vida, de esos que no se quieren pero que se necesitan, que no se aman pero se aprecian, que no se piensan sino que surgen. Y como en los buenos romances de novela o película, la pasión estuvo presente, tan hegemónica, tan agitada, tan febril, que incluso estuvo a punto de matarle… ahogada.


¡Oh, sí! fue tan real aquella estampa, que con sumo cuidado -y tentando inútilmente a su supuesto presagio- se deshizo de sus ropas ligeras, se despojó de la parte de arriba de su traje de baño y cuando hizo ademán de bajarse la parte inferior, un señor apurado, vino corriendo a recordar que aquello era los Estados Unidos de América y no las tierras afrodisíacas que todos los turistas pensaban que era Puerto Rico, que el puritanismo estaba bien visto en aquel país y que tendrían que respetarlo por muy europeos y liberales que fueran.

Sin embargo, la joven muchacha, pensaba – y sabía perfectamente- que le mandó vestirse otra vez porque al señor le desagradaron sus senos pequeños y tersos.

Sin vergüenza, pero con desilusión, volvió a vestirse y dio media vuelta para recoger sus sandalias.


-Good morning, señorita.- le dijo el guapo y mulato que se encargaba de vigilar que nadie se colase a la piscina del hotel- ¿Ha disfrutado de su paseo?


Ella asintió con la cabeza y contestó en un inglés poco matizado que se agradecía la ausencia del Sol, que con aquel calor bastaba para gozar de su estancia en Puerto Rico,- isla del encanto, tal y como ponia en todas las matrículas de los coches.-


De la manera más tonta y de la única que todos conocemos, la muchacha acabó sabiendo que Luís- así se llamaba el chico- tenía 25 años, que trabajaba de lunes a jueves en aquel hotel hasta las cuatro de la mañana, que era nativo de San Juan, pero que vivó un larga temporada en la Gran Manzana, en Nueva York, donde tenía a su hija de 4 años que iba a venir estas navidades y que se la llevaría a ver el lago bioluminiscente.


-¿Y tú, muchacha, qué edad tienes?

-Diecisiete para dieciocho, me quedan pocos días.

-Vaya, ¿quién lo diría? No pareces tan joven.


Y así, con una sonrisa cómplice, ambos se despidieron. Él con su marcado acento latinoamericano y ella con su acento de española inconfundible.


-Hasta la vista Laura.

-Hasta la vista Luís.



-¿Dónde has estado?- preguntó su madre en cuanto la chica llegó a la habitación, pero sin que pudiera responder, la madre continuó hablando.-Vístete y pónte cómoda que nos vamos al Yunque, ¡A que nos coman las serpientes!

-Mamá, no creo ni que hayan culebras...


Justificar a ambos lados

No sabía con certeza si había serpientes por aquel selva-bosque caribeño o no, pero de lo que sí estaba segura era que no iba a morir asfixiada y desnuda en manos del océano. No por el momento. Quizás, más adelante, lo haría en bikini.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El despegue y el sobrino (1)

Esta historia no tiene historia… como ninguna otra escrita antes. No tiene hilo, no tiene seguimiento, no tiene enganche. Sin embargo, allá voy yo- ¿tonta de mí?- a confiárosla, a contárosla y a tomarme las infructuosas molestias de redactarla para compartir mis legados en esta vida.

Sus comienzos, no muy remotos, toman sentido desde que la muchacha de cabellos rizados, voluminosos y desordenados- la misma de la que hablo siempre- se sentó en uno de los sillones del aeropuerto leyendo una novela de Lucía Etxebarría, a la espera de la llegada del avión.



Puerta nº 69, destino San Juan de Puerto Rico; críos adolescentes vacilando con la boca y una señora de edad madura, repeinada y repintada, de estas que hasta las cejas las posee perfiladas con eyeline marrón, el pelo de un tinte rubio platino y las camisas rojas bien planchadas, sin faltar, por supuesto, su pañuelito morado atado al cuello. Esas que van en clase Bussines y se regocijan de tu poco alcance económico, las mismas que piden champán para tomar con el caviar antes de despegar…

Eso y nada más, pero, de repente:


-¿Tú eres Laura?- preguntó la voz rasgada de un hombre que hablaba tras ella.


La chica se giró para ver de quién se trataba. Nada acorde con su voz, y desde luego tampoco con su aspecto, con aquella camiseta blanca ajustada y moldeada a su cuerpo y unos bluyíns caídos que dejaban al descubierto su slip, se encontraba el joven de 20 años del que ya había oído hablar anteriormente aquella mañana durante el desayuno. El compañero de vuelo de su madre había estado presumiendo de sobrino. “Es un pibón ¡Un pibón! Dos metros de altura, musculoso, rubio… Las trae loquitas a todas, las tiene por los suelos arrastrándose para llegar hasta él. Si solo hay que verle… Y lo veréis, vaya si lo veréis. ¡Menudo tío! Es deportista de élite… y musculoso, rubio, 2 metros de altura… ¡Locas todas por él!”


Mentiría si os contase que Laura no fantaseó con el chico, que se imaginó un viaje a Puerto Rico sin aventura emocional. Pero lo cierto es que lo que vio la muchacha en el mismo momento en el que se giró, no fue más que un tío de veinte años metido en el cuerpo de uno de dieciséis y con la voz de un adulto de 48.

¡Oh sí!… Era medio rubio y aparentemente alto… si lo comparabas con el resto de críos que viajaban con ellos, claro.

Sus dos metros de altura se reducían a 1’75, y a pesar de ser musculoso, mucho distaba la realidad de lo que la muchacha había imaginado, pues su cara de niño junto su chulería grotesca, creaba en él un desencanto descomunal.


-Sí, soy yo. Y tú eres…- se hizo la desinteresada, aunque fue lo peor que pudo hacer.


-David. Estudio periodismo en la complutense, por si lo quieres saber. Mi segundo año, aunque en realidad debería estar en tercero, un contratiempo sin importancia. Por lo que me han dicho, tú también estudias lo mismo ¿no? Bueno, pues en ese caso tienes que empezar a moverte, porque es en el primer año cuando hay que iniciarse y darse a conocer, pues en este oficio necesitas tener muchos contactos, muchos, muchos, y ser amigo de todo el mundo nunca viene mal, tú ya me entiendes… para los favores que te puedan hacer más adelante. El periodismo es lo que tiene. Yo ya voy servido en esa cuestión. Mi hermano trabaja en El Mundo y en La Razón en París y de vez en cuando me deja escribir en su web oficial algún que otro artículo. ¿Sabes que ahí escriben periodistas de renombre? Ahora mismo no me acuerdo de ninguno, pero métete y lo verás, ya te pasaré la dirección.


>> Además mi padre también tiene bastantes amiguillos y con esos me sobro porque tienen mucha importancia en el mundo de la comunicación. Uno de ellos es profesor en nuestra facultad. Apuesto a que me saco la carrera sin mover un dedo. El anterior año lo suspendí, pero todo por el deporte, ya sabes, me mantenía ocupado durante todo mi tiempo disponible y no podía hacer demasiadas cosas que no tuvieran que ver con correr o ir al gimnasio, pero, si no hubiera sido por esta razón, estaría ahora mismo un curso más adelante. Un profesor me puso el año anterior un notable alto sin haberme presentado al examen… Te lo presentaría, pero es una tontería porque a ti no te da clase… Lo conocí un día de discoteca, porque él en realidad es jovencísimo y compartíamos las mismas aficiones. En realidad también tiene todo que ver con mis grandes habilidades sociales... jajajaja


>>Pero tú, sin embargo, seguramente tendrás que asistir a los exámenes, así que no tomes ejemplo de mí, yo de ti iría a clase todos los días y me haría de notar. Eres nueva y es normal que todavía no conozcas gente, pero comienza ahora, antes de que sea tarde, a moverte, ya te lo he dicho.


>>Espero que después de haberte contado todo esto no me pidas ayuda: no pienso darte puestos de trabajos que me pertenecen a mí. Es que te acabo de conocer, Laurita, y aunque me has caído bien, ya sabes, el trabajo es mío y no sé si serías de confianza porque todavía no eres amiga de verdad.


>>En el fondo tampoco estoy seguro de si mis amigas son amigas de verdad o me siguen porque tengo demasiados contactos… Sí, sí, como lo oyes. Es que les paso gratis a todas las discotecas más chic de Madrid y en más de una ocasión me han llamado a las tantas de la mañana para que me acerque hasta donde ellas están y llamar a mi amigo para que las metan en zona vip. ¡Hay que joderse! A veces creo que sólo me quieren por lo que tengo y por lo que soy. Pero bueno, en el fondo son buenas chicas, y me ayudan en bastantes cosas… ahora mismo no recuerdo cuáles, pero seguro que algo han hecho.


>>En fin, que aunque parece que mi pasión en esta vida es el deporte- por esa cuestión de haber suspendido segundo año por el baloncesto- no es verdad, porque antes que todo, incluso que el gimnasio y el deporte, está la fiesta y el beber. A mí en realidad no me importa gastarme 30 euros en una copa si sé que me la van a poner en condiciones, del ron bueno o del vodka bueno…Pago 50 si hace falta. La bebida es exquisita, y las borracheras lo son aún más, y yo me lo puedo permitir porque soy deportista. Como juego al baloncesto, luego lo quemo todo, por eso no tengo ni una pizca de grasa. Mira, mira…


En este punto de la historia, David se levantó la camiseta para enseñar abdominales.


-Vaya, si que estás duro…- balbuceó la muchacha atónita con lo que estaba presenciando.


-Es que me encanta el baloncesto. Tengo incluso un amigo de la NBA, que por cierto, vive en Puerto Rico y tenía pensado ir a visitarlo, pero resulta que esta semana juega nada más y nada menos que en China… Una pena, pero da igual, porque lo vi hace dos meses en Chicago… Y nada, por aquí, aunque no esté él, saldré de fiesta por vieja San Juan aunque me vaya solo, porque yo he venido a este viaje para pillar cacho en realidad. ¡Me han dicho que las mulatas lo saben hacer genial! Y vaya, si es que, ya te digo, a mi no me hace falta pagar por sexo, no sé cómo lo hago, pero las tengo todas arrastrándose por los suelos…


Hubieron embarcado en el avión, saludado a los auxiliares de vuelo, sentado en sus correspondientes asientos, despegado, e incluso estirado las piernas dos horas después cuando todavía David no había terminado de contar su maravillosa historia. Ella escuchaba con absorción sus palabras y las medía una a una con bastante desconcierto. Cada frase que se sucedía era peor que la anterior. “Este chico no tiene límites” se decía Laura. "¿en qué momento de su vida canalizó tanto ego?" No era guapo, no era rubio, no medía 2 metros y desde luego no era interesante. No daba la talla en ninguno de los sentidos y la muchacha, con cierta resignación por no haber sido el hombre imaginado que ella esperaba, ese especie de sustituto en el que muchas noches- días y tardes también- se filtraba en sus pensamientos, ese mismo que imaginaba junto a ella paseando por la Gran Ciudad, compartiendo palabras banales o trascendentes, discrepando en opiniones, riéndose el uno con el otro, para finalmente entrarr en la habitación mientras se besaban, abrazaban, acariciaban y se quitaban la ropa rápidamente para acabar embistiéndose el uno al otro. No, no era ese. Ni lo sería nunca, porque Laura prefería mil veces que todo quedase en figuración antes que tener alguna aventura con aquel David polifacético. Porque David no era el chico, no, en absoluto, que Laura emplearía para sus trajines. No tenía ninguna papeleta para serlo.


-¿De verdad te gusta leer?- preguntó al ver que la muchacha sacaba la novela que hacía un par de horas leía sentada en el aeropuerto- Se te ve muy tranquilita, seguro que eres de las que también ve cine. Ay, pobre niña, si supieras que lo mejor de la vida es la fiesta… No lo olvides nunca… No vas a vivir mejor que entre vodka, ron y un buen par de mujeres… bueno, en tu caso hombres.


Esperando ya con impaciencia y aguardando el esperado silencio que desde hacía un rato echaba de menos, ese silencio que sería la gloria, sin aires grandilocuentes y palabras que inmolaban a su propio ser, Laura abrió la novela por la página correspondiente e hizo ademán de seguir su lectura. Pero en vano, el chaval no hacía otra cosa que hablar y hablar y no de algo interesante.

No más ego, se decía, no más gilipolleces. Ansiaba de verdad ese silencio que le transportaría a la trama de la historia de la increíble Lucía Etxebarría y sus famosos relatos eróticos implícitos en el mismo. Pero él, David, no tenía intención de acabar y dormir o leer o simplemente callar y marcharse y ver una de las películas que se proyectaban en el monitor del avión. Así que la muchacha optó por imaginarse su propia historia erótica mientras fingía que le escuchaba.


Ella siempre había soñado con montárselo en un avión, e imaginó, ¡vaya si imaginó!, un perfecto polvo pasional en medio de las turbulencias aéreas. Por supuesto David, no era el hombre de sus fantasías, así que, imaginando, se le vino a la mente el mismo hombre de todas las noches pasadas y se lo tiró. Primero en el baño, luego en la cabina de piloto y por último en medio de los pasajeros que dormían. Sí, la imaginación a veces era limitada y aunque sabía que lo del avión era muy típico, sentía que era, a su vez, enormemente mejor que escuchar el soliloquio de aquel idiota integral que únicamente sabía hablar de su vida.


-Porque hoy ya mismo da tiempo a salir de fiesta… Sí, sí, ¡Hoy voy a por todas!

Pero el avión aterrizó, tomaron el autobús, llegaron al hotel, subieron a sus respectivas habitaciones y él se quedó dormido antes de que pudiera si quiera deshacer la maleta.

Y entonces llegó el silencio deseado. Silencio que vino acompañado de una habitación en un hotel de lujo, de una playa en el caribe y un calor pegajoso que contrastaba mucho con el frío de Madrid. Y dejando atrás la expectante fantasía aérea, se durmió incluso con la luz del día… Pero eso ya da igual porque David se ha callado.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Frofundo


Frofundo es el mar y frofunda es el alma.

Me quedo mirando frofundamente tu boca ilimitada,

tu lengua húmeda que insinúa coquetamente una velada traviesa,

tus pómulos marcados,

tu nariz pequeñita

y la frofundida de tus ojos.

Nada, obviamente nada, cubre este momento.

Frofundiza en lo que tengo.

Tú, sólo tú eres mía y solo mía y

yo, sólo yo, puedo frofundizar en tu sexo.

No soy machista, sólo un ser celoso,

un alguien que tomó parte de autoridad al ver que tú te dejaste colonizar.

Un humano que frofundizó en el sadismo al ver que la amante era carne de cañón.

Un hombre imperialista que ansía el poder de tu persona.

Frofundo es el mar y frofunda es el alma.

Mañana iremos de compras y te regalaré unos diamantes

y desayunaremos cruasanes frofundamente exquisitos.

¿Serás feliz incluso cuando te dedique mi violencia?

Supongo que sí,

hasta el momento en el que frofundices en el deseo de odiarme

por no poder dejar de quererme.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

En la Puerta del Sol...

Hoy he visto a Rosana en Callao. Estaba cantando y mientras lo hacía ha mirado hacia el lugar donde estaba postrada y me ha sonreído. Creo que si le hubiera preguntado, hubiera aceptado tomarse un café conmigo. No, estas son palabras mayores. Pero sí que me miró mientras cantaba. Cantaba con solidaridad. Podrías cantar tú también; si quieres, si no, siempre te puedes dedicar a callarte. No hables, no menciones, no rebuznes, no silbes… Haz todo lo contrario, todo lo que no tenga que ver con abrir la boca. Camina, salta y pasea. Puedes también correr. No estás obligado, pero quizá te guste, como a mí me agrada delirar cuando estoy sola y también cuando no lo estoy.

Hoy me han dicho que soy la chica más peculiar que han conocido simplemente por el hecho de haber tomado mi libreta y este bolígrafo y haberme encaminado hacia algún lugar para escribir. No me he perdido porque al final he acabado en la Puerta del Sol, allí donde la gente pasea tranquila o camina a prisa; donde, en compañía echan fotografías al reloj o incluso al mítico Corte Inglés; donde caminan jóvenes con tendencia y también ancianas obsesas con abrigos de pieles de a saber qué animal… (¿visón?) Y que además gruñen quejándose de lo masificada que está Madrid.

En la Puerta del Sol existen también estatuas de bronce (que no humanos disfrazados) que se mueven cuando les echas una moneda. Los zapatos de tacón se contonean y los perfumes se huelen a distancia. Los chavales te piden una foto con ellos y los chinos te venden rosas, pero… “No gracias, no estamos enamorados” y se van, para no volver, o para volver siempre un día tras otro atosigándote para que compres, pero no me gustan las rosas, a mí me gustan las orquídeas.
¿Lo ves? Deliro, pero hay otros que deliran como yo: les hablan a unos auriculares y les cuentan su vida. Yo, sin embargo, estoy aquí sentada en una fuente hablando conmigo misma y regalándote mis vistas y sensaciones, por eso te pido a cambio que me cantes, o si quieres, podemos repactar el trato por un cruasán de La Mallorquina, aunque sé que mis letras no tienen tanto valor ni son tan exquisitas como uno de esos.

¿Puedes creerlo? Hoy he comprado poesía. Tal cual lo lees. Sí, a un señor que escribía por la calle.
Madre de Dios, pero ¿qué narices? Estos japoneses son la hostia, y yo que de verdad me había creído eso de ser peculiar…

martes, 1 de diciembre de 2009

Navidades en polvos


La Navidad ya está encendida y junto a ella, las cándidas sonrisas. Mientras tanto, yo paseo entre el muérdago colgante como una idiota imaginándome alguna de tus miradas ambiguas o alguna de tus sonrisas latentes, de esas que promiscuen cuando, atrevidas, se acercan lentamente a mi entrepierna.
Sólo puedo decir que me gusta cuando me lo haces y que, entre las luces de la ciudad, he reinventado nuestros polvos una y otra vez. No por el desagrado e insatisfacción, simplemente por las expectativas del adelante- esas que no quiero tener porque me hacen sentir cada vez más incompetente con mi propio control-.
¡Oh, sí! a veces te recuerdo y otras veces trato de no recordarte. El resto de tiempo se pierde entre las grandes avenidas, esas de las que ya he hablado una y otra vez…
No sabéis qué irreal es pasear entre burbujas.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mi color preferido no es el azul.


“El lugar donde me dirijo no tiene relieve”
Expuso
“Allí me encontraré con mi color preferido.
¿Qué cuál es, dices?
Mi color preferido, mon chérie,
no es el azul del océano,
ni el dorado del oro de los ríos.
Tampoco es el blanco de la paz,
ni el negro del vacío.
Mi color preferido no es el fucsia del rubí,
ni el amarillo o el naranja del Sol.
No es el rosa del almendro en frenesí,
ni el rojo de la sangre, el fuego y la pasión.
Mi color preferido, mon chérie,
nace de tus ojos verdes y brillantes

martes, 24 de noviembre de 2009

Once more...


Una vez más y con más sentimiento... O no.
¿Me apago? ¿Me enciendo? … ¿Me asusto?
No estoy sola en todo esto, jamás lo estuve, a pesar de haberme empeñado en pensar lo contrario.
Quiero querer, pero no me sale. Quiero que me quieran, pero ¿no les sale?
¿Dónde queda el contagio de la emoción?
Nunca supe a ciencia cierta si estoy aquí por capricho o porque de verdad tuve aquella inquietud que me motivaba a pensar que podría llegar a ser algo.
Sé cómo me siento y podría explicarlo si me diera la gana, pero lo cierto es que me vería- como tantas otras veces- demasiado ridícula si comenzara a contarlo públicamente.
Mientras tanto, los vecinos cantan. Estrepitosamente.
Voy a acostarme a ver si con el jaleo puedo dormirme sin pensar en él.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Vienen y van


La gente viene y va, y se viste con sus mejores atuendos. Unos caminan a prisa y otros a paso lento, y vuelven y se giran y hacen cola para compran lotería, y salen de las tiendas con millones de bolsas en las manos.

La gente viene y va, y la tarde pasa entre ruidos de coches, risas, y conversaciones ajenas. Las calles siempre atestadas y los bares nunca vacíos. Guantes para el frío y gorros para adornar. Mi vida en una vuelta y media, y la gente que viene y va. Y sigue viniendo. Y no se marchan, sólo dan vueltas.

Pianos inesperados, acordeones por los parques, jazz en los pequeños rincones y Vivaldi en la calle del Arenal.

Rosas por doquier y olor a colonia de mujer por toda la ciudad nocturna. Iluminada. Bronceada. Adornada. Llena. Viva.

La gente viene y va y cantan, y van al teatro, o a la ópera, o simplemente a vagar por Montera en busca de… 100 montaditos a un euro cada uno (o a charlar con la bella dama apoyada en el árbol).

La gente viene y va, y es misteriosa, y no sabes nada de ella, y crea imaginación, y sonríe con amabilidad o te gruñen con poca educación. La gente viene y va, y yo voy con ellos, y eso, eso... me encanta.

lunes, 16 de noviembre de 2009

No cojeo


Despierta de tu sueño; estoy intentando hablarte y detesto que no me prestes atención. ¿Cómo puede ser posible? Sólo dime que vale la pena seguir insistiendo porque no tengo ganas de perder las horas gritando tu nombre para después obtener una respuesta vacua y sorda.

Una respuesta que nada responde.

Así que no me tomes el pelo. No me tomes por tonta. No me tomes en brazos como la última vez, sé caminar yo solita; mis piernas son largas y firmes y no soportan la discapacidad.


martes, 10 de noviembre de 2009

No somos nada (2)


Qué me habéis hecho que nada más aterrizar, nada más pisar suelo de este denigrado planeta, me he convertido en humana otra vez.

Qué me habéis hecho que me siento un poco más como vosotros, que pienso con inmunda ilusión.

Qué me habéis hecho que me he vuelto a pintar las uñas de rojo, que necesito comprarme esa chaqueta del escaparate, que me he enganchado al colorete y que soy partidaria del rimel a diario.

Qué me habéis hecho que sólo me preocupa ser solo un poco más guapa, y que, cuando mejoro en lo que creo que he mejorado, sigo queriendo estar sólo un poco más guapa y que al final me he metido, como muchas otras, en el círculo vicioso de pretender estar perfecta y de nunca sentirse plena.

Qué me habéis hecho que cada vez soy menos inteligente y, sin embargo, creo que mi eficiencia mental va aumentando.

Qué me habéis hecho que creo en el sexo sin amor y en el amor inequívoco y en el inequívoco sentimiento del dolor al final. Que creo en las primeras impresiones, que prejuzgo y critico, que me estoy comiendo una hamburguesa del McDonalds y siento la irremediable culpabilidad.

Qué me habéis hecho que pienso como vosotros, que me camuflo entre vuestra multitud, que me da igual quiénes sois y de dónde venís, que ya no me planteo preguntas existenciales.

Qué me habéis hecho que necesito sentirme algo más querida, que detesto querer y que odio y envidio que quieran a los demás.

Qué me habéis hecho que escribo sobre vosotros. Que, insolentes, me habéis acostumbrado a lo que nunca quise acostumbrarme. Que siento y padezco, pero sólo me río de mi gracia y lloro por mi dolor.

Que me habéis hecho que me he dado cuenta de todo. Que necesito el ósculo nocturno prohibido y la emoción de la simpatía para poder dormir tranquila. Que con 17 años cree tener posibilidades en un mundo que le queda enorme, que se pierde en la gran ciudad y que detesta lo equeño, que admira la creación del arte humano y que no se para a contar estrellas ni a observar embelesada la luna.

Qué me habéis hecho que me creo superior a todos vosotros y creo también en la extinción de vuestra raza y creo en mi persistencia.

Qué me habéis hecho que me extinguiré con vosotros, aunque yo no lo sepa, en la vacua memoria de los que van llegando.

¿Qué me habéis hecho que jamás seré nadie?

No somos nada