miércoles, 18 de febrero de 2009

Sigue mi mundo de yupi

Carlos me dijo: “tápate los ojos”. Cuando me dio permiso para quitar las manos sobre mi rostro, contemplé con anonadad el hermoso paisaje que cubría las vistas. Por un instante pensé que soñaba con otro mundo, pero rápidamente supe que no lo hacía. Aquello parecía un valle, el valle encantado, aunque para entonces no distinguía bien los términos. Se observaba una colina allá enfrente, y a sus pies, los diferentes pueblecitos pertenecientes a la Vega Baja.
Mi mirada se había sumergido en algo maravilloso, porque además en aquel balcón paisajístico, los bosques mediterráneos cubrían el monte, y el color verde oliva, como los ojos de mi amigo, resaltaba gracias a los intensos rayos de luz que, a unos escasos minutos, iban a desaparecer.
El Sol se divisaba en el horizonte y, con intensidad, brillaba en el cielo violáceo. Los sentidos me engañaban, parecía que el astro estuviera a menos de un metro de mi alcance y que con tan solo estirar los brazos podría alcanzarlo. De hecho, lo intenté repetidas veces, como una loca- pero sin embargo, aquello me enorgullece, porque qué triste es la cordura, señores.
Fueron unos instantes inolvidables. Todavía de pie, observaba aquello como si fuera un fenómeno efímero. “¿Te gusta?” Y sin saber qué más decir, señalé: “Me encanta”
Y la tarde cayó: llena, acompañada, perfecta.
Hoy por hoy estamos en el año…. ¿Cuál será? No me acuerdo. Cuando llego a este lugar, la noción del tiempo se va a dar una vuelta. ¿A qué mes estamos, qué día, y a qué hora? No lo sé. Sólo me sumo en mi propio silencio, sentada en el escabroso suelo de tierra, a la vez que alguien me abraza a mis espaldas. Noto el calor de su cuerpo, y, gracias a esa seguridad que me da su regazo, inspiro profundamente el aire nocturno y con la misma admiración, sigo contemplado los diminutos focos de luz de cada pueblo que se ve desde aquí arriba en una noche como esta. Parecen luciérnagas volando. La luna proyecta alguna que otra sombra, y mis dieciséis años, marchan llenos de vida. Muchas veces subo hasta aquí arriba para escribir, y otras tantas para, simplemente, cavilar. Las hay que, como esta, vengo acompañada.
“Carlos” digo cuando es tarde “Ya es hora” Nos levantamos, nos abrazamos, nos miramos y, ligados al paraje, nos profundizamos en un beso eterno…
De cuando todavía tenía dieciséis xD

4 comentarios:

nestor dijo...

Hola...por aqui todo bien, un calor que no cesa pero que me gusta.

Buena entrada como siempre...¿sobre que sueles cavilar en los lugares descriptos...?

un abrazo

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Me gusta que sigas en tus mundos de yupi... sé feliz, por tanto...

MRB dijo...

Ese final es hermoso: "nos profundizamos en un beso eterno".
Besos

Van Boto dijo...

Otro relato interesante, la verdad es que yo también soy bastante de estar en mi mundo. Un saludo¡¡