viernes, 28 de agosto de 2009

Mitos al descubierto

Cuenta en tres segundos nuestro fin. No es imposible, nada lo es, como tampoco fue la rápida despreocupación.

Dijo Neruda que es tan corto el amor y tan largo el olvido, que, teniendo en cuenta estas palabras y sabiendo que no tuvimos olvidos, lo nuestro no se asemejó ni un minuto al amor, ni siquiera al deseo.

Tú me deseabas, yo te deseaba, pero era sólo inercia.

Cuando dije basta, ya antes te había olvidado.

Cuando escuchaste basta, ya antes habías reparado en mí, y no asombrosamente.

No me preguntes cómo ni porqué: no seré capaz de decirte qué fue lo que me llevó a querer estar despegada de tu forma de vida – y cuando digo que no seré capaz no significa que no sepa la respuesta.

Creo que simplemente me di cuenta de que nunca te encontré atractivo y que jamás me habías parecido interesante.

A pesar de todo, ¿de verdad habré causado en ti la magnífica impresión que tanto decías?

Y sin embargo, pudiéndote afirmar que estás olvidado por completo, explícame porqué, -quizás tú sí lo sepas- te recuerdo en muchas de las conversaciones que mantengo con gente a la que ni siquiera tú conoces.

Te nombro, menciono y te refiero.

Te describo, defino y delineo.

Te represento, gesticulo y te imito.

Intento seguir causando el mismo suntuoso efecto sobre ti, aún sin tenerte cerca, porque cuando algo está cerca, uno nunca se preocupa de realizar cosas fructuosas; pero si uno se encuentra solo, es cuando intenta – con o sin victoria – superar sus metas.

Nos volvemos griegos en plenas olimpiadas.

Tú, en el guapo héroe Aquiles que no tiene ningún talón.

Y yo, en la Helena que nunca fue razón de guerra entre Esparta y Troya.

1 comentario:

Belén dijo...

La inercia es peligrosa, sobre todo si se confunde con el amor...

Besicos