jueves, 28 de julio de 2011

Cuando quieres hablar de las pesadillas de otros y acabas hablando de las tuyas.


Marina tiene muchos sueños;
pero no recuerda ninguno que no sea pesadilla.

Mi pesadilla particular golpea las puertas muchas veces al año,
A veces, todavía me tortura haciéndome imaginar qué hubiera pasado si me hubiera quedado a tu lado o si yo te lo hubiera pedido;
y me amenaza con arrebatarme el coraje que necesito para poder encontrarme a mí misma.

Cuando llega, doy vueltas en la cama, intentando combatirla en la oscuridad de la habitación.
Mi única táctica de defensa es encoger las piernas y frotarme los pies fríos.

Y cuando, negligente, ya no sé quién soy, despierto, sudorosa, preguntando mi nombre.

Entonces Elena me tranquiliza,
y me arropa
y me da un beso
para que pueda dormir tranquila, aunque sé que lo hace sin saber quién soy.

Parecerá extraño, pero me gusta olvidarme de vez en cuando y pasear siendo una sinombre por las grandes avenidas, noqueada por la perplejidad de no saber nada acerca de mí.

Supongo que es una cuestión de egolatría:
perderme una y otra vez; para
buscarme,
llamarme,
sufrirme,
y otra vez disfrutarme cuando me encuentre.

Ayer volví a encontrar mi nombre.
Estaba en los bolsillos del pantalón que metí en la lavadora.

martes, 26 de julio de 2011

Tráeme impresiones




Esta es la no-historia de unos ojos tristes y perdidos.

Sé que de ojos tristes se sabe y se habla mucho, y que incluso cuando no existen, se inventan para poder escribir sobre tragedias y desdichas.
Pero estos ojos no son invenciones, yo os hablo de unos, auténticos y efectivos.
No recuerdo con qué forma se muestran, ni con qué color laceran a aquellos que, sin querer, se abisman en su interior intentando encontrar una historia.
Sólo su mirada abstraida en la nada y su brillo descompuesto por la decepción es lo que mantengo en memoria.
Sus puntos fijos inexistentes y sus párpados firmes, sin derrumbarse o caerse ante ninguna sensación.

Ulli es un tipo alemán de edad adulta. Siempre que lo veo, lleva en su sesera una gorra con estampado militar, para protegerse del Sol Alicantino. Su cuerpo no es endeble, como sus ojos, ni parece inseguro.
Ulli nunca habla, no sabe español; aunque por lo que deja aparentar, supongo que no es un tipo muy charlatán, ni si quiera con aquellos que hablan su mismo idioma.

Y como no habla- ni mucho ni poco, nada- no puedo saber la historia que dejó triste a sus ojos; y es por eso que en estos días de verano, como tiempo libre no me falta, me he dedicado a imaginarme esos ojos tristes y desvalidos, rompiéndose bajo el desengaño de las cosas que les parecían ejemplares.
He teorizado, inventado y proyectado en mi mente millones de situaciones suficientemente desdeñosas como para adulterar unos ojos que sólo buscaban un motivo.

Todos necesitamos uno, y hasta que no encuentre el mío, supongo que me entretendré padeciendo los males ajenos.

Escasea mi imprescindible cambio, y lo necesito ya, ahora que Ulli ha vuelto a Alemania y no tengo historias que inventar.