martes, 26 de julio de 2011

Tráeme impresiones




Esta es la no-historia de unos ojos tristes y perdidos.

Sé que de ojos tristes se sabe y se habla mucho, y que incluso cuando no existen, se inventan para poder escribir sobre tragedias y desdichas.
Pero estos ojos no son invenciones, yo os hablo de unos, auténticos y efectivos.
No recuerdo con qué forma se muestran, ni con qué color laceran a aquellos que, sin querer, se abisman en su interior intentando encontrar una historia.
Sólo su mirada abstraida en la nada y su brillo descompuesto por la decepción es lo que mantengo en memoria.
Sus puntos fijos inexistentes y sus párpados firmes, sin derrumbarse o caerse ante ninguna sensación.

Ulli es un tipo alemán de edad adulta. Siempre que lo veo, lleva en su sesera una gorra con estampado militar, para protegerse del Sol Alicantino. Su cuerpo no es endeble, como sus ojos, ni parece inseguro.
Ulli nunca habla, no sabe español; aunque por lo que deja aparentar, supongo que no es un tipo muy charlatán, ni si quiera con aquellos que hablan su mismo idioma.

Y como no habla- ni mucho ni poco, nada- no puedo saber la historia que dejó triste a sus ojos; y es por eso que en estos días de verano, como tiempo libre no me falta, me he dedicado a imaginarme esos ojos tristes y desvalidos, rompiéndose bajo el desengaño de las cosas que les parecían ejemplares.
He teorizado, inventado y proyectado en mi mente millones de situaciones suficientemente desdeñosas como para adulterar unos ojos que sólo buscaban un motivo.

Todos necesitamos uno, y hasta que no encuentre el mío, supongo que me entretendré padeciendo los males ajenos.

Escasea mi imprescindible cambio, y lo necesito ya, ahora que Ulli ha vuelto a Alemania y no tengo historias que inventar.

2 comentarios:

AdR dijo...

Cuando te pones nostálgica e indagas en lo más profundo... también eres única.

Besos

Laura dijo...

Tú si que eres único, Ángel.
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Ulli ha vuelto.