viernes, 28 de octubre de 2011

Today, champagne.


Desde la cocina oigo cómo Juan huele el periódico que tiene entre manos. Nunca le da tiempo a leerlo por la mañana, así que siempre espera el momento de la cena para poder hacerlo. Le encanta cuando se embarra las manos con la tinta de imprenta que desprenden las páginas del periódico. Cree que así también se lleva consigo los conocimientos y saberes que se prestan al orden del día.
Será imbécil.

Yo preparo la cena, como todas las noches. Como todas las malditas noches. Hoy toca bistec de ternera, vuelta y vuelta. Poco hecha. Tan cruda, que la voy a servir con sangre. En casa nos gusta así.

Me duele la cabeza. Afilo con desgana el cuchillo.

El niño juega a las torturas con sus muñecos. Una historia de cómo alguien desobedece y paga por ello. Decapita las cabezas de las Barbies que roba en el colegio y, con alfileres, le arranca los ojos a los mini Baby Born de cuando su hermana era pequeña.

De fondo, el murmullo de esa tipa aberrante del Canal 1.

  “Se llamaba Daniela y tenía tan sólo 21 años. Se trata de otro caso de violencia de género causado por los celos. Su novio la había amenazado anteriormente con matarla. Fue hallada en su baño con el cuerpo hinchado de agua y la manguera de la ducha atravesada por la garganta. El terrible suceso ha transcurrido esta mañana cuando la víctima se disponía a ir la universidad…

 Terrible. Ya estamos con las malditas impresiones. ¡Como si el horror pudiera tener el mismo sentido para todos!

- ¡Tengo hambre!

Pues cómete tu jodido periódico. O ven a la cocina y ayúdame un poco, ¿no crees? ¿No piensas que un poco de ayuda me vendría bien asqueroso vago?

Mi hijo y marido preparan la mesa. Nos sentamos todos. Sirvo la comida. Callados como siempre, Juan sube el volumen del televisor.

Comemos lentos y despacio.  


Yo tengo la manía de morder el tenedor cuando me lo llevo a la boca. El niño acostumbra a tragar fuertemente. Y Juan siempre lo hace con la boca abierta. Y cómo lo odio

- Le falta sal

Y cómo lo odio.

-¿Y para esto has tardado tanto? ¿Qué hacías en la cocina, rascarte el coño?

¡Y cómo lo odio!

- Hay que joderse, uno se tira todo el puto día trabajando para que luego haya poca cosa en la mesa.

  No aguanto más. Un solo ruidito de cómo mastica la comida, y me lo cargo.


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(...)

Me encanta cuando embarro mis manos de sangre.
 Siento que me llevo conmigo toda la venganza que merezco.

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