sábado, 1 de diciembre de 2012

Idas

Gundula Schulze 1989
Se me van solas las manos cuando recuerdo las noches. Me hacen y me dejo. Me miman. Me acarician, como antes en las noches, suavemente la pantorrilla, o el muslo, o la barriga. Me apartan mechones irrespetuosos de la cara, de esos que ciegan ojos, y me pellizca el tríceps blando del brazo izquierdo. Todo lo recorren, mi manos, perdidas, idas, bipolares. Y no son ellas cuando me tiran del pubis, ni tampoco más tarde cuando se expanden para robarme algún grito. Me abrigan la desnudez y me calman la rodilla cuando tiembla. Se quedan obstinadas repasando esa cicatriz que me hice traspasando verjas. Creen que tienen todo el tiempo del mundo para ser, pero no entienden que la eternidad sobre mi cuerpo es sólo un privilegio para pocos.

martes, 20 de noviembre de 2012

Diagrama


Te digo que muchas veces no entiendo muchas cosas
Cuando paso por ahí, ya sabes,
y me gritan que por qué no he pedido cita previa
El mundo está lleno de desinformación
Nadie te avisa, nadie te advierte
Me quedo sin explicaciones de citologías
Tome esto. Ingiera lo otro. Y ya está. Nada más
No me gusta alimentar a las multinacionales farmacéuticas
No me gusta alimentar otra cosa que no tenga que ver conmigo
Intenté una vez darte palomitas, siguiéndote el juego, y me sentí estúpida
No puedo
No puedo
Demasiadas cosas que no se me dan bien
Cómo envidio a los que se conforman con el amor
Llame a este número y le solucionaremos la vida en un momento
Debió usted apuntar el código de referencia
Lo siento, es que pensé que ya todo se hacía por escáner ocular
A mí, que se me traspapela todo siempre…
Quizá tenga razón, señor
Debí apuntar el código de referencia
Y no me mires así, a lo Hollywood
Detesto cuando me sonríes y me dices que sé demasiadas cosas
Bicho raro tú, que yo no inventé nada
Cuando llegué, el mundo ya estaba hecho
Me pregunto el porqué de tu pesimismo
Ya sé. El negro pega con todo

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sylvia von Harden

Sylvia von Harden, Otto Dix. 1926
Sylvia von Harden tiene el pelo corto y las ojeras largas. Observa fijamente tras su monóculo empedernido las horas blandas del sexo ajeno. Con malicia y pretenciosidad, agarra su libreta y comienza a escribir sobre el pecado. Luego, sin darse cuenta, pega un sorbo a su gintonic y a su soledad. A ella no le importa estar sola porque fuma cigarrillos. En su vida desvanece todo menos el humo, que siempre le acompaña, hasta el punto de formarse una cortina agrisada y estable entorno a su lente, con la que escruta cuellos descubiertos y pantorrillas al aire. Le seduce el talante osado de los demás. Algún día, se dice, hará un reportaje sobre pantalones rotos y pechos tersos. 
Con su traje rojo a cuadros, siente cómo sangra su entrepierna. Desliza suavemente la mano hasta pringarse de su mes, y piensa que quien quiera follarle debe ser sin condiciones. No le gusta creer en la existencia de lo prohibido, por eso ha intentado olvidar cualquier regla pautada. El amor lo inventaron publicistas para vender medias. Ella sabe lo que debe saber acerca de la grosería del calendario. Cuando no le interesa algo, se hace la tonta. Ich lasse das Leben auf mich regnen. Votaría a un caníbal como presidente, o a alguien que fumase tabaco sin filtro. Las mujeres deberían también tener vidas sin filtros. Que se escape todo por el desagüe de la ducha: el pelo que se cae, el agua sucia que ha dejado el cuerpo y las largas estrofas de canciones que digan cosas como 'te necesito', 'abrázame fuerte' o 'soy tuya'. Desde la mesa de mármol, von Harden sigue atenta. Sabe que todo es un espectáculo, desde el hasta la. Su caja de cerillas se va vaciando y la piel de su rodilla va transformándose en pellejo que cuelga. Quien quiera follarle, debe ser sin condiciones. Le cuelga también la complejidad de los hombros. Pero pronto caerá para perderse, junto con las canciones, por el desagüe de la ducha. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Cuentos de Susana #3

Es raro, piensa Susana. Se ha despertado proyectando el Aschenbach de Thomas Mann. Desde la cama, observa al gondolero, de palidez física y anímica, remando en las infectas del canal para llevarle hasta el final de la muerte. Como si la muerte tuviera un cauce. Como si la muerte tuviera un cauce. Lo formula dos veces porque le gusta escuchar su voz evocando la resignación humana. Mann era un maldito marica, piensa. Buscar la inspiración y encontrarla en un joven rubio de aspecto querúbico es de ser maricas. Se pregunta qué haría ella si alguna vez sintiera que la belleza de otra mujer le brindase inspiración. Sería lesbiana,  se dice, bisexual, o heteroflexible, o heteropalmoymedio, o cualquier término infame que le adscribiese a revistas progres de orgullos absurdos. Pero no es ninguna de esas cosas. No le gusta la fruta bomba. Y, sin querer, se imagina a Tere, la vecina, que grita desde la ventana contándole su extravagante cotidianidad (que si he ido al médico con el nene, que me cagaba muy blando, que si estoy harta de fregar cacharras, se me van a poner las manos viejas, que si Arturo llega tarde del trabajo siempre pero, oye chica, lo bien que estoy sola en casa sin que nadie me moleste; que si se alisa o se hace la permanente en el pelo, que si ahora han sacado unas pastillas naturales de no sé qué historia con propiedades anticelulíticas…). Se la imagina desnuda, con su cintura delgada y su pecho exuberante que acaba de lactar. Ahora que lo piensa, es igual de blanca que el gondolero de Mann. Es igual de desabrida. Y su vacua charla desde el ventanal, es ese cauce hasta la muerte.



¡Tadzio, oh Tadzio!



EL MICROCUENTO FAVORITO DEL PADRE DE SUSANA

Angustias / ¡Ay! / detestaba su nombre / Cuando cumplió los dieciocho, decidió cambiárselo por el de María de los Dolores.

viernes, 2 de noviembre de 2012

ESPEJO

Lo supe en cuanto me vi. Los espejos me lo dijeron con voz de locutor de radio. Porque hablan, como hablan los hombres de gafapasta y pelo alborotado, pausados y profundos. Pero tanta profundidad queda al ras de la tierra. Cántame, le digo al reflejo de los escaparates. Cántame, escúpeme, detéstame, como detestan los fumadores haber perdido el mechero. Ya no tengo fuego. Me vi y lo supe. He perdido la llama de andar en tacones y pintarme de rojo los labios. Duermen aletargados en días de cafés y noches de vino. Y tú que me dices que la vida no está para pensarla. Y yo que me pierdo, me atrapo en el tiempo rememorando una fecha y unas horas. Yo me calzaba de antiromanticismo y tú me cubrías de piel. Nos abrazábamos y éramos dos. Eso me encantaba. Y ahora que ya no sé dónde estás, me siento uno. Con lo que a mí me gustaba la mesa con dos cucharillas y dos terrones de azúcar. Siempre he dejado que cogieras el mío. Soy amarga como el mate. Una tostada y un corto de café. Nunca pedimos otra cosa.      
Mancillamos la calle, limpiamos la cama, y sólo se me ocurre escribirte que cuando se destapa, ya no se siente la misma. Me achaca la culpa de haberte perdido. Pero yo nunca te he perdido, siempre acabas buscándome, a la distancia, para decirme que me deje de mirar en los espejos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Mi era de Space Invaders


Braudel habló, y determinó aquella vez la gravidez del tiempo. Uno, dos y tres. Los compara con la vida de un volcán y con el proceso paritorio de cualquier fémina. Lo mide en corto, largo y medio. Con distancia y tamaño. Yo sólo mido el tiempo con relojes, con sus tic-tases. Influencia más directa y cotidiana. Cotidiana como el típico bar 'Manolo' español, tan guarro y pegajoso, donde te sirven pinchos de tortilla para que acompañes al desaliento. Eso no nos hace tan sofisticados como a los franceses. Ellos sí entienden el tiempo, el de Braudel, sin los tic-tases y los pinchos. Ellos se guían temporalmente con baguettes y croissants, o con crêpes bañados en sirope de arce. Al fin y al cabo, da lo mismo. Todo da lo mismo. Cada cual con sus cosas y cada yo agarrado de su doble. Porque todo depende del día y de si escucho los tic-tases o no. 1991, 1998, 2012. Uno, dos, tres. Nos encontramos con el tiempo de abismos y jaurías. Hasta que aguante el cuerpo. O hasta que resucite el anticuerpo de la superestructura, o la infraestructura, o la supermujer. La que no encuentre romántica la neblina en el paseo del canal St. Martin. La que no derrita su dignidad diciendo ne me quitte pas. La que muerda carne y, sin sentirla tierna, se manche los dientes de sangre. Algo así como un neutro. Ojalá fuera yo un neutro. No me afectaría los tic-tases o el corto, largo y medio de Braudel. No sentiría la ausencia de tus ganas. Ganas o desganas, ya no sé. Ya no pienso. Ya creo que me he transformado. Ya soy, ya soy. Soy un neutro devorando un pincho de tortilla.

jueves, 11 de octubre de 2012

Cuentos de Susana #2

Entra brisa por la ventana y se refresca la habitación. Susana, que sigue en su postura reversa a lo largo del colchón, lo agradece. Eso, eso, piensa, que corra aire, que desaparezca el olor a cuero de mis botas nuevas, que se desvanezca la sobrecarga de indiferencia, que se ventile mi apatía. Porque lo único que ha sentido últimamente es eso, impasibilidad. Le trae sin cuidado la rutina y los horarios. Le trae sin cuidado quién viene, se queda o se va. Le trae sin cuidado el hambre y el hombre. Tal punto de indolencia ha alcanzado, que ya ni recuerda cómo se llora. Al percatarse de esto, lo intenta. Snif-snif. Primero hay que hacer que los ojos se humedezcan, figura, luego hay que achinarlos hasta que alguna gotilla se desprenda del lagrimal. El problema no es ella, reflexiona, el problema es la postura. Para llorar debería mirarme al espejo. 

Le duele algo los hombros a Susana, pero no se mueve. Tiesa y estática, anda imaginando la vida. Love, love will tear us apart, canta con un hilillo de voz, love, love will tear us apart, versión Nouvelle Vague. Qué atrocidad. Todo son ideas absurdas, ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico? Un motorista acaba de colapsar con un coche en la calle O'Donell y todo el mundo lo observa, figura, todo el mundo lo observa desde muchos vértices, desde muchos ángulos. Susana ha escuchado el fuerte golpe desde su oficina y se ha asomado a la ventana para ver qué ha podido pasar. Desnucado, un motorista, en el asfalto gris de la carretera. Tres carriles, 50 bocinas sonando a la vez, un vehículo remiso atravesando la avenida, una persona que se muere. ¿Ves? ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico?  Love will tear lalalala. Personas. Personajes. Ideas establecidas. El lobo, feroz, atroz, extraordinariamente malo. Interpretaciones. Un papel, un guión. Susana rememora una tarde cualquiera en su supermercado de confianza pidiendole diplomáticamente al carnicero una pieza de 300 gramos de solomillo argentino, con su sonrisa, sin fingir, pero tampoco natural, algo sistemático, como la maldad del lobo. 




EL CUENTO DE CAPERUCITA AL REVÉS DEL PADRE DE SUSANA

Tacirupeca jarro fue a saca de su talibuea / Laitrará, laitrará, laitrará / Y deperrente, el bolo /¡Tacirupeca jarro! ¿Dédon vas? / Voy a saca de mi talibuea / Laitrará, laitrará, laitrará / COT-COT /¿Se quien?/ Tacirupeca Jarro / ¡Sapa, sapa! / Tacirupeca Jarro sapó y el bolo se la miocó./

NIF.

lunes, 8 de octubre de 2012

Cuentos de Susana #1


Susana se tumba boca abajo y se echa la almohada sobre la cabeza. Siempre lo hace antes de dormir. Pega la frente y el pecho al colchón, de manera que se forme una mínima curvatura para poder respirar. Y cierra los ojos. Así, rendida y estirada, discurre en su cabeza la imagen de su cuerpo como un puente, sólido y compacto, siendo la garganta la dovela del arco bajo el que se postren los enamorados a altas horas de la noche, mientras  la tranquilidad de un canal fluye silencioso, y se disciernen el honor de la más castra sinceridad de la vida.

No necesariamente Susana tiene que imaginar historias injuriosas de amores románticos. Otras muchas veces ve pasar bajo el puente, al que ya le abraza la hiedra, personajes gusarapos, lastres, alimañas, de esos que escupen flemas y pegan chicles en las piedras (que son sus labios y barbilla, o su cuello y su bofio) por pura diversión.

Esta noche, Susana no es capaz de imaginar gran cosa. Rechaza cualquier disciplina que se inventa y recurre a los cuentos que su padre le solía relatar antes de dormir. Caperucita Roja al Revés o El Culo y el Perro, un relato de un pueblo cuyos habitantes son culos que hablan. 

Al recordar este último cuento de nalgas, desde su cama, y todavía boca abajo, se visualiza a sí misma en el gimnasio, vestida pretendidamente de Nike. Conjuntadas sus mayas y su top aprieta-pechos para que no salten, al ritmo de Gloria Gaynor, de un lado a otro. Se ve con su mp3, subiendo los falsos escalones que le indica el step. “60 floors climbed” le dice la máquina y ella piensa que tiene que llegar a más de 120, por decir una cifra. Mientras sube y baja escaleras ficticias (imaginándose en el John Hancock de Chicago- 344 metros de altura, 100 plantas- y desafiando a los guardas a una carrera) tararea para sí alguna canción de Sophie Ellis-Bextor porque se le antoja isotónica. Y entonces mete tripa, sistemáticamente, aguardando, inconsciente, a que cualquier depravado proteinizado pase mirándole el culo, que se lo imagina como el del cuento de su padre.



***

EL CUENTO DEL CULO DEL PADRE DE SUSANA

Era un culo femenino y prieto. Sano, muy sano. Se notaba que hacía deporte todos los días: salía a correr, hacía algunas sentadillas y dedicaba largas jornadas al ciclismo. Sí, un culo atlético y joven. Prometedor, como muy pocos lo eran, aunque, es cierto, también un poco respingón. Todo el mundo lo comentaba:

- Sí señor, un culo con clase y con criterio.
Qué vértigo, válgame dios, ¡que nalgas tan duras!
- ¡Y mira cómo se contonea! 

Vivía tranquilo y sin preocupaciones en un barrio residencial en Carlina del Sur. Entre semana se pasaba el día entrenando y los sábados iba a ver algún que otro partido de béisbol. Era aficionado, además, al baloncesto, y también a las frases hechas.

-¿Y qué tendrá que ver? No hay que confundir el culo con las témporas, mujer…

 Tenía una vida tranquila, pero un día llegó al pueblo un enorme Doberman que se afincó en el mismo barrio, a tan sólo dos casas más allá de la suya. Aquel perro era muy autoritario. Babeaba rabia y en vez de saludar gentilmente como todo el mundo, propinaba un ladrido ensordecedor. La primera semana no se comentaba otra cosa:

- ¿Qué pasa, es que no tiene perreras en las que quedarse?
- ¿Qué rabillo se le habrá perdido por aquí?
- A mi padre una vez le mordió uno, todavía tiene la cicatriz en la nalga derecha.

No era de extrañar que, a pesar de haber tantos culos para elegir, el Doberman sintiese gran admiración por uno sólo. Contenía siempre las ganas de propinarle un mordisco al culo estrella las veces que lo veía pasear por las calles. Hasta que un día su instinto le pudo y salió corriendo tras él.

- No intentes huir, no podrás escaparte.

 El culo, que, como ya se ha dicho, estaba prieto y musculoso, burlaba siempre al perro. 

-Suerte que hago deporte -decía- Porque si no, ya me habría deformado los glúteos de un mordisco.

 Desde entonces, todos los días eran una constante carrera para ir a todos los lados y lograr que no le cogiera el perro. Y ya no aguantaba más, el pobre culo estaba empezando a notar cómo su energía y combustible menguaban poco a poco.

Esto no puede ser, ya me veo preso bajo los dientes de ese maldito perro. Carlina del Sur ya no es lo que era...  ¡Gases! que ya llega otra vez...

Pero ya no podía más, corría, corría y corría, y nunca veía el momento en el que el perro, cansado, se diese la vuelta. Aquel día iba a necesitar un milagro para que el Doberman no lo alcanzara. Y de repente, aquel día, mientras corría y nalgueaba para esconderse de aquel perro que le hacía la vida imposible, encontró su salvación, como caída del cielo, pues al doblar la esquina de la calle se topó con un Hada.

Oh, pobre culito! qué desgracia la tuya.- su voz era celestial y fina- Todos los días te veo sudar la gota gorda para escapar de ese rabioso Doberman. Deberás estar exhausto… sí, se te nota… has perdido ese color tan culesco que tenías. Y forma, sobre todo forma. Señor, que te estás quedando plano y eso nadie lo quiere.
Mira, no suelo hacer estas cosas, pero creo que necesitas ayuda, así que…

Sacó su varita del zapato y pronunció unas palabras:

  “Cuando el peligro acecha,
no queda más remedio que apretar el culo contra el taburete.
Pero hoy con mis poderes, 
en pajarillo te convertirás en un periquete.”

 Y así fue cómo sus cachetes fueron, poco a poco, ganando plumaje, pico y alas, hasta convertirse en un pájaro que sobrevolaba las copas de los árboles. Mientras tanto, el perro buscaba furioso a su culo, sin éxito alguno.

- ¿Dónde estará, dónde se habrá metido? ¡Maldito culo de mal asiento!

Al pasar por uno de los parques, buscando a su presa, vio en lo alto de un árbol a un pequeño pájaro. Olisqueó el ambiente y notó algo raro.

- Juraría que ha pasado por aquí…  Sí, sin duda ha pasado por aquí… Oye, pajarito, ¿por casualidad no has visto pasar de largo a un culo, verdad?

El pájaro negó con la cabeza

- ¿Nada de nada? Así un culo jovencito y duro… ¿No? Mira que no me gusta que me mientan… ¿Estás seguro?  hmmm… a ver, a ver, cántame un poquito.

***


domingo, 30 de septiembre de 2012

Llora la Bestia (III)



Todos los monstruos viven en cuevas. 
Mi madre lo decía cuando me escondía debajo de las sábanas.

Ahora me escondo encima, para resguardarme de tus rases. Más tarde me doy cuenta de que sólo estoy haciendo la tonta cuando aprieto labios y pongo morritos para llamar tu atención.
No puedo negar que sufro crayones cuando veo que mi pelo no te impresiona tanto como creía.

¿Por qué lloramos rímel en vez de lágrimas?

Mi madre lo decía. 
Todos los monstruos viven en cuevas.

Que nadie se entere, pero ando ladeada –como los cangrejos- mientras meto tripa, aprieto piernas y saco pecho.
He perdido las gafas de sol y me molesta la claridad de tus mensajes. Aunque no me los escribas. 

Y echo en falta la gran mentira que no fuimos.

En hilera, las hormigas escapan de la oquedad, porque mi madre ya me lo decía. 

Los monstruos viven en cuevas y se ríen cuando les visito y temo resbalarme en la  fangosa oscuridad, fingidamente, para apoyarme sobre los hombros del más feroz de los dentados. 
Un bocado. 
Un mordisco. 
Una ayuda. 

A estas alturas son muchos los monstruos que me han salvado de mi recelo.



martes, 25 de septiembre de 2012

Aquellas tardes contigo



"Contigo" Marina Anaya

Se enciende la luz. El salón está desordenado. Los cojines han acabado en la otra punta de la habitación. El sofá no está encajado en su esquina. 56 cm de separación con la pared. Ladeado. Hay cera derretida en la mesa de mármol por las velas ignoradas. También envoltorios- 4 ó 5- de preservativos esparcidos por el piso. La Chica está desnuda, tumbada en el sofá rojizo, con la cabeza mirando al suelo y las piernas estiradas y apoyadas en la pared melocotón. El Chico ha ido a limpiarse al baño. Ella piensa que también debería. De repente se oye gritar desde el aseo:

CHICO: ¿No tienes toallas?
CHICA: (mientras juega con sus pies en el respaldo del sofá) Mira en el armario de la izquierda. Creo que ahí tienes un par.

Se oye el abrir y cerrar de las puertas de los armarios, la búsqueda dura un rato. [Pam, pam, pam]

CHICA: ¡Oye no me rompas el mobiliario, capullo! ¿Qué son esos portazos?

El Chico no contesta. Después de unos segundos llega corriendo hacia el comedor. Sus pisadas son largas y evocan patosidad.  Él, también desnudo, entra con una toalla en la mano. Su miembro todavía está erecto.

CHICO: ¡Mira, mira! (apoyando la toalla sobre el pene) ¡A que es una pasada?
CHICA: (se ríe) Eres idiota. No puedo creer que tengas la edad que tienes. ¡Pareces un crío!
CHICO: ¡Pero si es divertidísimo! (pone las manos sobre su cintura y empieza a realizar movimientos discoidales) Aguanta la jodida, ¿eh?

La Chica deja su reversa postura y se endereza. Por un momento ve chiribitas por la habitación y se marea. Cierra los ojos y apoya los dedos en los párpados. Siente cómo, al lado, el sofá se hunde. El Chico se ha sentado junto a ella. Le da un beso en la frente.

CHICO: Vamos, no es para ponerse así- bromea- con lo de la toalla sólo quería sorprenderte.
CHICA: (ríe de nuevo y le propina un manotazo –cariñoso- en el hombro. Hace una pausa antes de hablar) ¿Cenamos algo? Tengo hambre. Además, deberíamos irnos, mis abuelos llegarán en poco.

El Chico asiente. Sugiere cocina hindú o pizza. Ambos se levantan para recoger la ropa y vestirse. Cuando toma el pantalón que cuelga de la silla, él canturrea una canción:

CHICO: (de fondo durante toda la escena) quiero ser tu perro fiel, tu esclavo sin rechistar, que luego me desato y verás, a ver qué me dices después, so payaso, me tiemblan los pies a su lado, me dice que estoy descolorío, la empiezo a besar…

Están de espaldas. La Chica se viste mirándose todo el rato en el espejo del tocador. Antes de ponerse el sujetador, se contornea los pechos. Se los levanta desde la zona superior con los dedos índices, luego saca los hombros hacia fuera. Le encanta la forma huesuda de la cintura escapular. Se toca la clavícula y piensa que le gustan las sombras creadas en su cuello. Ella anda todavía a medio vestir. El Chico ya ha terminado y se dedica a recoger.

CHICO: a ver qué me dice después, so cretino, me tiemblan los pies a su lado, me dice que estoy desconocid... Oye, ¿no habíamos utilizado cinco?
CHICA: (volteándose y dejando a espaldas el espejo) Sí, ¿por qué?
CHICO: Joder, mierda, falta uno. Ni debajo de la mesa, ni debajo del sofá. Mira tú debajo del tocador.

La Chica se agacha para buscar el envoltorio del preservativo que falta. No encuentra nada, pero sugiere que da igual. Termina de vestirse. Recoge su bolso, se asegura de que lleva todo: llaves, móvil, cartera y agenda. Después de un repaso visual por el salón, dan el visto bueno desde la puerta del comedor, ya a punto de dirigirse hacia el pasillo. Se besan con los ojos cerrados. Se abrazan.

CHICO: (mirándola fijamente) Eres fantástica.
CHICA: (riendo) ¡Y tú un llorica!

Le dan al interruptor de la luz. El salón queda a oscuras. Una luz en el lado derecho del escenario, más tenue y que procede de otra habitación, deja entrever el sofá bien colocado y los cojines en su sitio. Se oyen pisadas durante unos seis segundos. Más tarde, el rechinar de la puerta con algo de reverberación. Se apaga la luz tenue. Se oye un portazo. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Llora la bestia (II)


No sangré, lo recuerdo / Tú te pusiste como una fiera / Me gritabas. Rugías / Como una fiera / Porque no sangré, lo recuerdo / Yo no era de nadie, te dije / y volviste a tomar forma de bruto / Porque no sangré / y porque me querías mucho / demasiado / Aún así me gustaba el olor de tu piel / sin estar impregnada de hematíes, leucocitos y plaquetas / También me gustaba tu pelaje rubio, que era de bestia / porque no sangré, lo recuerdo / Me querías, oh sí, lo sé, me querías /Y yo / te dije que no era de nadie /

Grabado de Marina Anaya.
Más tarde te pedí que me llevaras a casa.

Un día después, me llamaste para ver qué tal me fue en el examen de matemáticas. Ahí tampoco sangré, y volviste a transformarte.

Me daba pena tu angustia,
así que te acariciaba el pelaje rubio
mientras
te decía que algún día de estos me iría.

Siempre sin sangrar.

Tus manos no eran garras, pero te ponías como una fiera.
Triste.
Desvalido.

Luego pedíamos pizza.

Yo me sentía sexy cuando te decía que no era de nadie.
Tú lo sabías.
Sabías
que

no íbamos a ninguna parte.

A mí me gustaba la playa en invierno y a ti cocinar platos con piña.
No éramos incompatibles. Pero yo no sangraba, y tú borboteabas rojo.
Siempre.

A todas horas.

El día que me dijiste “creo que te quiero”,
tomábamos
té. Te respondí que

quería mi ordenador arreglado de vuelta.

Y aquel día / sólo aquel día / sangramos los dos juntos / porque tú me querías / y yo / intentaba quererte /

martes, 4 de septiembre de 2012

(Ya nadie escribe cartas de amor)

Todas las cartas de amor son ridículas 





Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.


También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.


Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.


Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son 

ridículas.

Quién me diera en el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.


La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.


Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas.


-Fernando Pessoa (1888-1935)- 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Llora la Bestia



Llora la bestia, por las noches,
a escondidas.
La bruja lo dice mientras derrama
vida
por encima de Changó.

Llora la Bestia, por las noches,
a escondidas.
Sus ojos gigantescos temen al olvido
(o a una talla más de pantalón).
Se corta las garras y afeita el pelaje.
Luego,para parecer una señora,
pellizca sus mejillas.

La bruja lo dice mientras despluma
vida,
y canta con más gente la oración,
complaciente,
que con ella demora sus dólares ahorrados.

Todo cuesta en esta vida:
vacaciones en Varadero,
dar las gracias,
pedir permiso.
Los abrazos,
los sombreros,
limpiar bien los suelos
-del alma-
creer en un castigo.

Llora la Bestia, por las noches,
a escondidas,
y se refugia en su caverna,
sin luz, sin agua, sin gas.
En su oscuridad cuelga espejos para no verse,
como dice la bruja,
para no verse.

Ella,
con su larga nariz y su rugosa verruga,
chuperretea cabezas de Chibos,
y, por todo aquello que sus santos no le dan,
ora.

Mientras,
la Bestia llora, por las noches,
a escondidas.

domingo, 29 de julio de 2012

Hora de.


Hoy día.

Madrugar es de necios 
y fumar de valientes.
Comer es pecado, si no es aire de lo que te
alimentas.
Las noches son frescas y dejan los labios
negros
y la lengua áspera.

Te intento besar y te dejas.

Me gusta ir agarrada del bolsillo de tu pantalón.

El maquillaje siempre fue para la guapa,
y el agua para el rico.

Mi Boli brilla y tu blusa me encanta,
como me encanta cuando esperas levantado a que observe cómo manejas los cigarrillos en tu boca, asomado a la ventana.

Dan y media y suena el cuco.

Hora de _______.

viernes, 27 de julio de 2012

Odio a todos los que aman


LOS QUE SE QUEDAN.

"Los que se quedan" Umberto Boccioni, 1911.















Suerte que te vas.
Y sueño con ello.
Cuando despierto, nada cambia,
aunque me encuentre con tus ojos cerrados y tu mano
agarrada a mi hombro.
No creo en destinos que nos junten, 
ni creo en los
a-dioses.

Así, sólo te dedicaré un mordisco en tu partida,
y esperaré nuestro reencuentro
casual, para seguirte rebatiendo
que el destino es pura
invención.

jueves, 31 de mayo de 2012

Mátala por la mañana



Mátala por la mañana,
la vida no la necesita.


¿Qué hacéis?
¡No os quedéis ahí parados!
Movamos ya el tedio de su sitio,
rompamos todos los jarrones de la casa,
compremos peceras
para dejarlas vacías en lo alto

del armario.


Los malos peces nacen solos
 y te miran complacientes
porque se alimentan de tus parásitos.

Por eso.

Mátala por la mañana,
la vida no la necesita,
y tú tienes que lavarte las manos.

Antes,
no después,


Que el trabajo sucio nunca se limpia

viernes, 25 de mayo de 2012

Vergüenza colgada entre las piernas

Hoy he salvado una vida.

Yo venía con las manos sucias de tocar la calle; con la sombra caída sobre los ojos y la vergüenza colgando de  entre las piernas.
Cuando la vi, -la vida- tirada en el suelo, crucé de largo, esperando que otras manos que no fueran las mías le ayudaran. Pero luego pensé en el karma y me dije que no querría un castigo doble.

Entonces di la vuelta y la observé bien: era pálida y fría. Estática. Dura. Tenía la piel rugosa y vomitaba clemencia. No era una vida desgastada, solo una vida torpe que cayó sobre el desperdicio de la desgracia.
Cuando olió mis manos, dio media vuelta y respiró para coger aliento. Aunque me sentí ofendida, al menos supe que mi deslealtad servía de algo.

Y como hoy he salvado una vida, podré perdonarme haber roto una ilusión.

Y la vergüenza la colgaré de las orejas.

martes, 24 de abril de 2012

Torcido

Hoy soñé que tenía los dientes torcidos,
como la fea dentadura del que siempre me encuentro tirado en el banco
bebiendo de una botella camuflada con una desgastada bolsa de plástico.

Lo único que tienes que saber de mí
es que siempre digo que no me gustan las historias de amor.

Sin embargo me encanta que se tuerzan las cosas en mi vida.

domingo, 1 de abril de 2012

Tu escondite favorito.

A veces me pregunto dónde estás.

Aunque estés.
Al lado.
Compartiendo mesa,
escuchándote cantar.

A veces me pregunto dónde estás.

No te veo,
no te siento,
y creo no echarte de menos.

Luego lloro tu ausencia,
contigo incluso,
o sola,
y creo haber perdido todo.

porque dije que serías para toda la vida,
pero no te encuentro.

 luego, surges de la nada,
con tu promesa,
para recordarme que nunca te has ido.
















No te escondas más.




martes, 28 de febrero de 2012

No todo se va con lejía.




No llueven piedras por la mañana. No llueven piedras. Hecatombe nuclear cuando tu cuerpo estalla. Hueles a babas secas y a jaqueca merecida. Trombosis, cataclismo, cuando  tu carne estalla.

Sonrisa sazonada, agria como tu fondo. Vacío. [  ] Habitado.
Ecografía sin fin alguno.
Nunca serás nada. Muerte súbita. Disolución instantánea.

No tienes pasado.

Degusta las hormonas industriales concentradas en envoltorios de plástico.Saben a poco, empachan

demasiado.

Entra sola, como anoche, entra sola. La salida también es sin compañía.
No hace frío. Tirito. Estalla carne en mil pedazos.

Entra sola, como anoche, entra sola. Ya está acostumbrada a no compartirse con nadie más.

Agüilla en la nariz, aliento a café. En la boca.
Come algo, por Dios, no prives a tu vientre; dale forma, haz que crezca. Mata tus ganas con dosis de recelo.  Haz que crezca, tu vientre, dale forma.Y luego estrangula el futuro,

sólo por si acaso.

Un rastro, de babas,
bobas
 secas,
ha dejado su lengua.
.
Frota, frota. No todo se va con lejía. Mátalo, ¡mátalo!
                             
                          No hay esperanza alguna cuando desengarzas el verde de tu garganta.
  Come algo, por Dios, come algo. No vomites. Alimenta tu vagina de frenazos postcoitales.

Estalla carne, de verdad,  no te miento. Estalla carne en mil pedazos.

domingo, 26 de febrero de 2012

Intentos de. #4

DE ESPIRITUALIDAD Y HIPPISMO

Aruarian Dance by Nujabes on Grooveshark
** Canción con historia. Debería contarla en otro de "Intentos de."
Cuando cumplí los 14 decidí que en algún momento debía cambiar de actitud. Consideré que la mejor época para hacerlo sería durante el verano.
Así fue.

Volví de Alemania con faldas verdes, blancas y rojas hasta los pies, pulseras en los tobillos, trenzas en el pelo, camisetas con mangas acampanadas y estampados de flores.
 Me sentía bien conmigo misma. Había dejado atrás el victimismo y me había calzado con buen humor, paz y armonía. Take it easy, decía, con ese acento inglés exagerado. Take it easy, como lema siempre que algo me sacaba de quicio. Respiraba profundamente, contaba hasta tres y sonreía. A veces incluso me ponía a “meditar”: me sentaba en la cama, cruzaba las piernas, apoyaba los codos sobre las rodillas y extendía las palmas de las manos hacía arriba, siempre poniendo índice y pulgar en forma de O.
Mi habitación entera olía a incienso, creía colocarme con él.


Hablaba abiertamente de sexo. Es natural, decía, son cosas normales; pero yo todavía era virgen y no tenía ni idea de otros asuntos que no fueran aquellos que los de explorarse a una misma. Porque eres tú la que tiene que conocer tu cuerpo antes que nadie. Y la gente al principio me miraba extrañada. Luego se acostumbraron a oírme hablar sobre masturbación como si fuera una sexóloga experta.

Otras cosas que hacía:

Le contaba a la gente que, antes de empezar la universidad, me embarcaría en algún viaje solidario a la India o a Brasil.
Bailaba bajo la lluvia cantando y dando vueltas sobre mi propio eje mientras agarraba la falda por los volantes.
Escuchaba Manu Chao y Janis Joplin.
Me aficioné a comer hamburguesas vegetales, hechas de soja texturizada.
Pedí un shisha para mi cumpleaños y fumaba tabaco con sabor a menta como una cosaca.
Me enamoré del sueco de mi clase que quería ser fotógrafo y al que le gustaba el nujazz japonés**. (Yo también le gustaba.) 
Comencé una novela sobre dragones, profecías y personajes ambiguos, con el mejor título del mundo: “El dragón de los océanos congelados”


14 años, ilusa y feliz.
Enamorada de la vida. Y del sueco, claro.
Cuando cumplí los 15 decidí que en algún momento debía cambiar de actitud.

**Por aquel entonces, el sueco estaba muy 
metido en  la cultura japonesa.  Nujabes era 
su  referente musical.

lunes, 20 de febrero de 2012

Intentos de. #3

Pásame la goma, reina, me dice y yo me asusto; está en la guantera, amor. Es meloso. Cuando habla parece cantar. Pásame también el peine verde, reina. Qué pelo tan tieso. Qué pelo tan tieso se le queda. Goma. Gomina. Efecto mojado, hacia atrás. Se lo ha peinado con tanto esmero, que al pasarse una y otra vez el peine verde se le han formado pequeños bancales. Se mira al espejo retrovisor, se gusta. Se encanta.

Con el mismo esmero se perfuma. Se echa litros y litros de colonia cara, y lo dice, le encanta presumir. He pagado 200 euros por este frasco, cariño, dice, 200 euros, recalca y se echa más, por el cuello, el pecho, el pene. ¿El pene? Sí, me ha parecido ver cómo se ha entreabierto los calzones para perfumarse la polla. Cree que esta noche me va a follar, pero a mí él no me gusta.

Fuma. Me ofrece una calada. Hay humo por todo el coche. No es tabaco, se huele. No es tabaco. Esto me gusta mucho, reina, me relaja. A veces también me meto alguna rayita, pero no siempre, ¿eh? muy de vez en cuando. Tú eso nunca lo hagas, reina. Reina. Me imagino a la reina con la nariz empolvada y blanquecina, dándolo todo por un subidón.

Con una sonrisa, apaga el cigarrillo y anuncia que está listo. Vayamos a bailar, amor, pongamos en práctica todo lo que te he enseñado. Me fijo bien en su cara. Se perfila las cejas y se echa antiojeras.. Nunca para de sonreír. Tiene los dientes blancos y bien rectos, qué horror, pienso, el brillantito en el premolar supera la  horterada de sus zapatos de punta con hebilla plateada. 

Bajamos del coche. Cruzamos aceras. Llegamos al sitio. Viene conmigo, es mi novia. Y no pago entrada, ni perchero. Viene conmigo, es mi novia. Le encanta decirlo, y me coge de la mano. Me pasea por todo el local diciendo esa falacia. Es para que me dejen tranquilo, hoy no quiero hablar con nadie. Pero es inevitable, las víboras se le acercan con las faldas subidas y las piernas abiertas. Llevan el rimel corrido. Viene conmigo, es mi novia. Mejor, así se une a nosotras, dinos, ¿te atreverías? 

  

La cabeza me da vueltas, aunque estoy bailando muy bien. La bebida me quema la garganta. Le han puesto algo, seguro, le han puesto algo. Amor, reina, - qué asquerosamente meloso es- escucha la música, relaja los brazos, relaja las piernas y siéntelo más. No sé exactamente a qué se refiere. No logro sentir bien el ritmo de la canción, lo único que noto es su entrepierna bien pegada a mí. El pelo no es lo único tieso que tiene. 

Quiero parar y no quiero parar. Pienso en cómo me ha quemado la bebida. Pienso en los giros que doy y en la sensualidad con la que nos movemos, con la que me hace moverme. Pienso en las víboras, en cómo mueven la cola, en cómo hacen sonar su cascabel. Quieren morder y se  vuelven a acercar a nosotros con sus lenguas bífidas, serpenteando. Huelen a babas y a sexo. Creo que el rimel se les ha corrido con las lágrimas que lloran cuando se la meten hasta el fondo de la garganta. 

Me voy a casa, le digo. No te vayas, reina, quédate un rato más. Pero su colonia cara es demasiado fuerte y su cinturón de Dolce y Gabana demasiado brillante. Me voy a casa. Qué fácil ha sido.Yo que esperaba una historia desalentadora y no un final sensato.

martes, 24 de enero de 2012

Soy una mujer hecha y torcida

20/02/2010
Gracias por haberte bebido tres cuartos de mi preciado y estupendo Ron Barceló Gran Añejo embarrilado en cuba de pino de roble (ojo al dato: ¡pino de roble!) que me regalaron en mi primera rueda de prensa en la que entrevisté a la polla más grande de España. Espero que por lo menos te lo hayas bebido a mi salud. 
Zorra.

domingo, 22 de enero de 2012

Si tú me dices ven


Nunca tengo nada que perder/ Nunca tengo sueño/ Nunca sé exactamente que decir/  Nunca soy de nadie/ Nunca salgo perdiendo/ Nunca me gustaste/

Nunca tengo nada que perder/ Nunca consigo despegarme de la cama/ Nunca sé exactamente qué quieres decir/ Nunca nada es mío/ Nunca salgo ganando/ Nunca quise que me gustaras/
 
Cry, baby, cry./ Mira que siempre quise ser de a las que nunca nada le importa/ Si tú me dices ven, me quedo en el sitio./ Si yo te digo ven...

...Eso no sé porqué nunca pasa.


martes, 3 de enero de 2012

Llámame lo que quieras


Sólo pienso en hacerte el amor. Sé que eso es fácil, me ves joven. Carne prieta, glúteos firmes.

Y me dejo hacer, aunque otras veces te haga. También dejo que vengas a mí con tu lengua mientras dices que me quieres comer toda, buscando entre las sábanas mi sexo mojado y húmedo.
Qué guarro, pienso, qué sucio, pero me excito tanto que dejo que me encuentres sedienta de ti.

Tu pelo canoso y tus labios secos es lo que más me gusta. Eso y tu lengua bífida, que no para de buscarme, desesperada.

Mírala, te dices, mira que niña tan rica, y pensarás en hacérmelo más de una vez. Pensarás en mí y en mis labios rojos y en mis braguitas de encaje. Pensarás en mis piernas y en mis manos cuando te tocan ahí abajo. Te reirás con mis ineptitudes de niña inexperta, sí, pero te pondrás tan cachondo cuando te muerda la oreja, que olvidarás que no supe a ciencia cierta si Billie Holiday era una mujer o un hombre; porque yo, aunque sea una niña, una niña y todo sexo, aunque me dobles la edad y las arrugas, y las experiencias en la vida, podrá tu instinto de hombre y vendrás a mí diciéndome de nuevo que me quieres aguardando en tu cama, con las piernas abiertas, con las piernas abiertas y tan puta, mientras me muerdo el labio inferior y me estrujo con pretensión y diligencia los pechos.

Llámame lo que quieras, pero sólo apriétame un poquito más.