jueves, 11 de octubre de 2012

Cuentos de Susana #2

Entra brisa por la ventana y se refresca la habitación. Susana, que sigue en su postura reversa a lo largo del colchón, lo agradece. Eso, eso, piensa, que corra aire, que desaparezca el olor a cuero de mis botas nuevas, que se desvanezca la sobrecarga de indiferencia, que se ventile mi apatía. Porque lo único que ha sentido últimamente es eso, impasibilidad. Le trae sin cuidado la rutina y los horarios. Le trae sin cuidado quién viene, se queda o se va. Le trae sin cuidado el hambre y el hombre. Tal punto de indolencia ha alcanzado, que ya ni recuerda cómo se llora. Al percatarse de esto, lo intenta. Snif-snif. Primero hay que hacer que los ojos se humedezcan, figura, luego hay que achinarlos hasta que alguna gotilla se desprenda del lagrimal. El problema no es ella, reflexiona, el problema es la postura. Para llorar debería mirarme al espejo. 

Le duele algo los hombros a Susana, pero no se mueve. Tiesa y estática, anda imaginando la vida. Love, love will tear us apart, canta con un hilillo de voz, love, love will tear us apart, versión Nouvelle Vague. Qué atrocidad. Todo son ideas absurdas, ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico? Un motorista acaba de colapsar con un coche en la calle O'Donell y todo el mundo lo observa, figura, todo el mundo lo observa desde muchos vértices, desde muchos ángulos. Susana ha escuchado el fuerte golpe desde su oficina y se ha asomado a la ventana para ver qué ha podido pasar. Desnucado, un motorista, en el asfalto gris de la carretera. Tres carriles, 50 bocinas sonando a la vez, un vehículo remiso atravesando la avenida, una persona que se muere. ¿Ves? ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico?  Love will tear lalalala. Personas. Personajes. Ideas establecidas. El lobo, feroz, atroz, extraordinariamente malo. Interpretaciones. Un papel, un guión. Susana rememora una tarde cualquiera en su supermercado de confianza pidiendole diplomáticamente al carnicero una pieza de 300 gramos de solomillo argentino, con su sonrisa, sin fingir, pero tampoco natural, algo sistemático, como la maldad del lobo. 




EL CUENTO DE CAPERUCITA AL REVÉS DEL PADRE DE SUSANA

Tacirupeca jarro fue a saca de su talibuea / Laitrará, laitrará, laitrará / Y deperrente, el bolo /¡Tacirupeca jarro! ¿Dédon vas? / Voy a saca de mi talibuea / Laitrará, laitrará, laitrará / COT-COT /¿Se quien?/ Tacirupeca Jarro / ¡Sapa, sapa! / Tacirupeca Jarro sapó y el bolo se la miocó./

NIF.

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