miércoles, 13 de febrero de 2013

Cuentos de Susana #4

Esta noche Susana va de nuevo a El Plaza, un garito en el que se disfruta de música en vivo y donde la gente aplaude demasiado. En El Plaza, los camareros del lugar fotografían constantemente a los artistas para después publicar el evento en su portal web. Afluencia habitual de Lucas Tedián, bailarín de claqué, y de Eloy González, con su armónica en el bolsillo. Deslumbra en el local la melena blanquecina del trompetista, que tiene un pendiente en forma de aro, no recuerda bien en qué oreja. Tocan todos el Small boat to China, una de sus canciones preferidas, aunque el cantante, que es chino, no resulta demasiado bueno. También le hace gracia, -de esa gracia que hace picar las ingles- el batería, que tiene voz de 'ven y házmelo aquí' o de 'tócame las palmas, que yo te canto'.  Total, que Susana se pide un par de cervezas más mientras observa la palestra musical, y poco a poco la cerveza va haciendo efecto y su cara va enrojeciendo y sus piernas flaqueando. Se pone igual de roja que Jean Paul, el chico de intercambio de su clase, cuando corre a por el metro para no llegar tarde a las citas. Y como sus ojos le delatan, al igual que sus manos hinchadas o las estupideces que suelta -después se da cuenta- como gritar en público el típico yiiiha de vaqueros tras el solo del batería, todo el mundo la mira. ¿Yiiiiha? Sí, eso ha dicho. La gente la observa, pero no por mucho tiempo, porque sólo ha sido un gritito y nada más. Sin emabargo, ella se encuentra a sí misma vulnerable, como cuando se anda desnuda por las calles de la ciudad en un sueño y no hay manera de encontrar la ropa y la gente te señala y tu vagina es motivo de conversación social. Oh, dios, piensa Susana recordando la pesadilla, oh, mierda. Habrá soñado con esa situación más de una treintena de veces y siempre parece tan real, que se despierta con las manos resguardando sus pechos. Aunque últimamente no es esa la pesadilla que le atormenta. Sueña que abraza a   los niños como si fueran suyos. Como si fueran suyos. Luego llora porque no sabe qué hacer con ellos y porque uno nació con un ojo de cristal.  


El Chino vuelve a cantar, una canción que dice algo así:

Down South where the air is wet
The red day rules and you can bet
It makes me proud, I'll never forget


Como si fueran suyos. Como si fueran suyos. Se le viene a la mente el chiste absurdo que le contaba su abuelo.

-¿A usted le gustan los niños?
-¡Uhhh! Yo me los como todos. 

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