miércoles, 24 de abril de 2013

Viajes





He aprendido a viajar ligera de equipaje. Guardo mis libros siempre en el bolsillo delantero con el cepillo de dientes y algunas bragas limpias. Al volver, sólo traigo conmigo un plus de postales fechadas que compro en algún rastro del lugar. Me gusta recordar con fotografías ajenas a mí. 
También a la vuelta dejo al descubierto, en la red lateral de la mochila, aquellas bragas usadas. No me gusta mezclar lo limpio con lo guarro. O lo guarro con lo extremadamente guarro. No tengo trapos sucios que esconder. Aunque si algo no me gusta de mí, es mi relación con los espejos. Me miro y me siento mundana. Me muevo en una constante dualidad carnal que detesto. Las veces que no me comparto, es por pura pose. Luego lo dejo correr, porque el orgasmo es el orgasmo. 
El secreto de los viajes  lo salvaguardan todas las plazas que se llaman San Martín. Lo malo de que los secretos sean secretos, es que la memoria los mancilla. Por eso muestro las bragas. Las impresiones desconocidas son la prueba de que todo lo viví. Eso, y porque va ligado a mi afirmación de que si no lo cuento, es como si no lo hubiera vivido

2 comentarios:

Ruth M. dijo...

Me encanta.

Laura dijo...

:) Estás desaparecida